miércoles, 21 de abril de 2010

Capítulo Segundo - Cuando aparece la Sombra

Por fiiin! La correccion del segundo capitulo esta terminada, y ya la podeis disfrutar! xDD Saludos de Sky!

Sky se ha quedado dormida.

Viaja por un mundo donde aparecen rostros borrosos, ojos… paisajes helados, niebla y reflejos en un agua quieta; siente paz, es hermoso lo que ve, incluso en el sueño, su cuerpo se relaja y “disfruta del viaje”. De pronto el sueño cambia, siente miedo, dolor, la sombra del enemigo… su cuerpo se tensa y siente un remolino en su estómago. Siente la necesidad imperiosa de correr, de refugiarse, de huir de ese ser oscuro y maligno que la persigue. El terror domina todo su cuerpo, la adrenalina corre por sus venas. Lo último que ve son unos ojos rojos, que brillan con la sanguinaria alegría del cazador que ha cazado, y una mano alzada, que siente como suya, con un anillo circular, con una gema incrustada. Oye un último susurro en su mente confusa: ‘ella…’.

Se despierta en medio de la confusión del timbre y una clase llena de gente, el descanso había terminado. Laurie entró en la clase con lo que Sky catalogó como una sonrisilla estúpida en la cara.
~  ~

Ya ha pasado algo con Salem… otra vez’ pensé con irritación mientras me desperezaba. Empezaba a hartarme de esta historia. Salem era un manipulador más, usando su belleza y atractivo como una red sexual, blandiendo su sonrisa y el brillo de su mirada como un látigo, sin importar a quién herir o provocar; otro tío que solo se acostaría con ella. Sería solo sexo, sin importar los sentimientos de por medio, quizás, incluso los propios. Incluso a pesar de ser “amigos”, él hacía esto… ¿De verdad no se daban cuenta? Era… estúpido.
- Esto… ¿Laurie? – le llamé.
- Dime – dijo alzando esa mirada de cachorrillo feliz que ponía después de hablar con Salem, después de ser “seducida”. Puse los ojos en blanco.
- ¿Se puede saber qué ha pasado ahora con Salem? ¿Uhn? – pregunté con sequedad.
- ¿Con Salem?...N-no nada, ¿Por qué? – contestó, en un intento fallido de disimular su sonrojo, su cara de enamorada.
- Tienes una sonrisa estúpida pintada en toda la cara…, pero si tu dices que nada, nada, ¿eh?, seguiremos fingiendo que no pasa nada – le contesté, un poco subida de tono. Vale, me había pasado.
- ¿Perdona? Sky, ¡no me hables así!, es asunto mío y lo sabes, así que relájate un poco, ¿¡vale!? – me respondió, con el enfado contenido que se había ido acumulando tras tantas advertencias por parte mía, que no habían sido pocas.
El sueño me había afectado, me había dejado en un estado de irritación y estrés extraño, irreal para ser un sueño tan… digamos, extravagante.
- Yo… lo siento Laurie - le dije, encogiendo los hombros – no sé… no sé que me pasa hoy, es que… - ‘Estoy harta de mi vida aburrida y vacía, y además he tenido un sueño horroroso’ pensé solo para mi. – Tengo un mal día, perdona. Añadí una sonrisa de disculpa, intentando ser convincente.
- Mmm… - me miró un momento fijamente – bueno, vale. Pero olvidemos el tema. Ya me tienes harta con este tema de Salem.
Asentí con la cabeza, en señal de que captaba el mensaje. Ella también me tenía harta a mí.

El profesor de historia, el señor Cook, entró en la clase apresuradamente, lo que provocó un revuelto de sillas y ruidos estridentes.
- Disculpad la tardanza, alumnos… bueno, en breves momentos llegará un alumno nuevo, compartirá esta asignatura con nosotros; de todas maneras, comenzaremos la clase donde la dejamos ayer, con la primera guerra mundial… ¿Señor Frederick, sería tan amable de explicarnos cuales eran los principales bloques europeos?-.
La voz de mi profesor se convirtió en un murmullo de fondo que acompaño mis pensamientos durante todos los minutos que duró la exposición de Fred, estos volaron por toda la superficie de mi mente, hasta rozar con los dedos el sueño oscuro y retorcido, sumamente extraño, que había tenido hace un rato.


No me acuerdo de cómo había empezado, pero me encontraba en un hermoso paisaje nevado, todo era precioso y estático, y sentí una paz interior parecida a cuando…a como… como… algo en mi interior que me era familiar que no puedo recordar. Pero de pronto percibo algo, retorcido, oscuro, y siento un miedo verdaderamente apabullante, y un dolor seco en todo el cuerpo que se instala inmediatamente en mi cuerpo, como un aviso; el sueño se ve invadido por una sombra extraña y maloliente; el hambre insaciable que brilla en sus ojos de cazador era…aterrador. Hacía sentir un miedo primitivo, que se agarraba a tu estómago e incitaba a correr y correr, tal y como hacía yo en esos momentos, hasta que esos ojos voraces quedaran enterrados en mis recuerdos, pero no parecía que avanzara nada, cada vez que me daba la vuelta, ahí estaba… entonces la sombra salió a la luz. El terror que sentí cuando ese ser avanzó hacia…“mi” fue tan rotundo, que invadió mi cuerpo hasta impedirme moverme, me quede paralizada de terror frente eso, cegada por el propio miedo. Quise despertarme, este sueño no me gustaba, parecía real, muy real.

De repente, el sueño cambia; y me encuentro en un bosque rojizo y moribundo; allí parecía que incluso el aire había pasado a mejor vida, ¿qué estaba haciendo yo en este sitio? carecía de la familiaridad del paisaje níveo y puro de antes. Entre la niebla, vi una mujer que se miraba en un espejo; era muy bella, con el cabello rojo cayéndole en espesas ondas, que parecía fundirse con los colores de la floresta, vestía un traje negro que dejaba ver sus pálidos hombros y sus brazos desnudos, que sujetaban el marco de madera del espejo; parecía lo único vivo en todo el bosque.
El sueño se estaba desvaneciendo, oscureciéndose como en una transparencia. La niebla iba penetrando por los bordes de mi visión, e iba rodeando a la hermosa mujer, como si devorara el bosque y se tragara la figura de la dama, como la Nada en la Historia Interminable. El espejo despertó mi curiosidad, ¿Qué era lo que miraba? No se veía a la mujer reflejada, era como si hubiera un hueco en lugar del cristal. Lo último que logré ver, antes de que la niebla lo invadiera todo, fue como la mujer, alzaba una mano delicada con un brillante anillo ovalado, con una turquesa incrustada, y, como susurrándole al viento, dijo: ella… ella lo descubrirá pronto…van a encontrarla. Y como la niebla que la rodeaba, el sueño se fue disolviendo poco a poco.


El sueño había sido horrible, me había dejado agotada y…luego estaba ese miedo, había sido tan extraño para mi, y, ¿qué era esa extraña cosa, ser, sombra o… algo? ¿Y la mujer del espejo? ¿Y esos sitios que nunca había visto? Era muy confuso; además, cuanto más me ponía ha recodar el sueño, más detalles se me revelaban.

Todo lo que estaba pensando, completamente absorta del mundo a mi alrededor, se vio interrumpido por un estruendo procedente de la entrada de la clase, en la puerta. Como si los hubieran pinchado con un resorte, mis compañeros hicieron exactamente lo que se esperaba de ellos: mirar cual corderitos al centro del problema.

Era el chico nuevo, supuse, pues no lo había visto nunca por aquí, con la cara ligeramente sonrojada, y la puerta de la clase colgando de la mano, ¿es que este chico era una especie de Hulk? Ah, bueno, me olvidaba, la puerta del aula de historia tiene un pequeño problema: está colgando de una sola bisagra, (no se sabe cuantos años lleva ya así, el conserje ya la ha reparado no sé cuantas veces y acaba igual) y si no la abres con cuidado, pasa exactamente lo que le ha pasado al nuevo. Me quedé mirándolo, no pude evitarlo, era realmente guapo.

Poseía unos increíbles y bonitos ojos mezclados, medio azules entorno a la pupila, medio marrones hacia el final del iris, muy raros pero sugerentes, tenían un brillo de… algo especial, que no sé describir. El pelo, algo despeinado, le caía en mechones sobre el pañuelo gris que llevaba al cuello, y era de color oscuro, casi azabache, se veían algunas mechas azules. Tenía la piel más bien pálida, y vestía de blanco. Además, seguía con la puerta en la mano, colgaba de la miserable bisagra que quedaba en el marco. Mis compañeros se quedaron mirándole expectantes, como si fuera él el que debía hacer o decir algo, cosa que también hacía él; se lanzaban miradas como midiéndose, retándose a ver cuál movería ficha primero, y perdiendo el tiempo que pasaba al ralentí.
Finalmente, dando muestras de mucha agilidad y más maña que fuerza, la volvió a colocar, más bien apoyar, en el marco de la puerta. Y con una finura digna de la ocasión, y para rematar su actuación, nos dijo alegremente:
- Buenos días -.
Con toda la sencillez del mundo y una sonrisa pícara que provocó unas llamativas miradas de interés entre las féminas. Le quedó de película.


Un par de horas después, (ya resuelta la llegada de Thomas, que así es como se llama el chico nuevo tan atractivo) por fin el ya-maldito-por-todos timbre, aunque esta vez, hay que reconocerlo, no tan maldecido, marcó el fin de la jornada de clases. Recogí con tranquilidad mis cosas, mientras mis todos mis compañeros salían en desbandada hacia la libertad. Me coloqué los cascos en las orejas, dispuesta a interponer una barrera entre el bramido adolescente y un reticente dolor de cabeza. A la salida del instituto, la avalancha de mis compañeros que se disponían a cruzar la entrada se vio interrumpida por una chica, más bien mujer, que me recordó a alguien... ‘Me pregunto cuantas veces al día se puede tener esta sensación, ya van tres, lo menos...’ pensé con cierto sarcasmo. Pero continuemos con lo de la chica; estaba parada, completamente inmóvil, a pocos metros frente a la verja de salida, y tenía el cabello rojo, que parecía en llamas de lo despeinada que estaba, y llevaba un traje negro, más propio de Halloween que de finales de verano; tenía cierto aura de locura, y creo que era eso lo que más detenía a la manada de adolescentes.
Yo acababa de salir del edificio, así que no estaba muy cerca, ni siquiera para apreciar bien a la mujer, así que hice lo que todos, avanzar hasta el obstáculo que me impedía el encuentro con el fin de semana. Bien, me dije quitándome la música de los oídos, a mí una loca no me intimidaba lo más mínimo, así que avancé entre el gentío que pululaba sin atreverse a adelantarse. Increíble, pero una mano se agarró a mi brazo de una manera tan firme que no pude seguir avanzando... era Thomas.
- Esto... Thomas, ¿verdad? ¿Te importa soltarme?, a mí esa mujer con pintas de loca no me impide volver a mi casa -. Me miró con profundidad; me impresionó, ¡Lo había conocido hoy! ¿A qué venían esas maneras?
- Creo que deberías esperar, ¿no crees que– se vio interrumpido por el aplastante silencio que reinó de pronto en la salida; la mujer se estaba moviendo.

El rostro de la mujer, que antes estaba en sombras por la postura inclinada de hombros y encogida, se había elevado, mostrando unos demoníacos ojos rojos, que me despertaron mariposas en el estómago, unas mariposas que había sentido en el inquietante sueño de antes, unas mariposas que estaban muertas de miedo.
La mujer abrió los labios y empezó a susurrar para sí, algo que era initengible, pero que fue subiendo de volumen hasta convertirse casi en un grito pronunciado con una extraña voz de ultratumba, como si estuviera en off:
- Ella... humanos... ella lo descubrirá pronto... será engañada, oh estúpidos humanos, no protegeréis a la única que posee la llave de vuestra salvación... ella la tiene... ella... ella... – decía con la mirada perdida.

Enseguida llegó la policía, pero la mujer no se movió ni un pelo. La operación terminó pronto, pues ella estaba tiesa como un palo, y los policías no fueron nada condescendientes con ella. Cuando el mogollón ya se había disuelto, yo seguía allí parada. ¿Era cosa mía, o había repetido las palabras de mi sueño? Parecía algún tipo de profetización, pero esta daba mucho más miedo que la de las gitanas que leían las cartas por dinero en las ferias de verano.
- Hey… esto… ¿Sky? – escuché detrás de mi. El nuevo se había girado hacia mí. Hacía rato que me había soltado.
- ¿No te vas con todos los demás? El espectáculo ya ha acabado. – dije con irritación; era como si me molestara que hubieran tratado así a la mujer.
- ¿Y tú? – contestó. “Punto pelota” pensé con sarcasmo, pues yo tampoco me había ido… me pensé la respuesta.
- Yo supongo que me iré a casa, buenas tardes Thomas – le dije con toda la frialdad que pude. Empecé a caminar por el pavimento gris que rodea el instituto sin darme la vuelta, él parecía que no se había movido. Intenté alejar de mi cabeza este extraño día y prepararme para lo que me esperaba en casa.


El ruido de mis zapatillas contra el asfalto llenaba mis oídos, y no dejaba salir mis pensamientos. Estábamos yo, el camino hacia casa, y mi cabeza. No podía dejar de darle vueltas al asunto del sueño, pero era algo tan absurdo… que me contenté con pensar que eran casualidades, cosas que pasan a veces. Conseguí sacar de mi mente esas cosas, pero enseguida me asaltó otra cosa más inmediata: hacía casi dos semanas que no pasaba a saludar por Perséfone, el pub-discoteca que estaba a cuatro manzanas del instituto, y a diez de la mía. Conocíamos al dueño, Hugo, y siempre nos trataba bien.
El Perséfone era nuestro lugar de reunión, donde quedábamos después de clases para relajarnos y contarnos nuestras penas. Después de una discusión entre Jaime, Yumi y Laurie, los chicos y yo preferimos dejar que se suavizaran las cosas; es lo mejor cuando ellas discuten, el ambiente siempre estaba tenso cuando intentábamos quedar de nuevo todos juntos y lo pasábamos francamente mal, así que desistimos. Dejaríamos que el agua volviera al río.

Crucé unas cuantas aceras, grises y algunas llenas de porquería, y llegué a las escaleras que descendían al bajo nivel de la calle para entrar al local. Pase bajo el bonito, pero apagado, cartel que rezaba con el nombre de Perséfone, con unas letras góticas en fluorescentes, de color azul. La puerta estaba entreabierta.
- Hola, señor Hugo… - llamé, no recibí respuesta - ¿Hugo?, ¿Está aquí? – dije algo más fuerte, pero nada, no contestaba.
Hugo, el propietario y administrador del sitio, era un hombre entrado en años, aproximadamente de cincuenta, que había tenido un pasado prometedor como promotor de este tipo de lugares, pero de mucho, mucho más dinero, pero había preferido a esta pequeña ‘dama’. Además, Hugo, o H, como lo llamábamos a veces, tiene un corazón de oro, y aunque algo gruñón, siempre nos dedica unas palabras amables cuando vamos por allí. A veces, incluso nos llamaba ‘su panda de sobrinos perdidos’.

Entré completamente en el hall, era extraño que a estas horas no hubiera nadie por allí, y el lugar estaba desierto. Tuve un extraño presentimiento. Caminé entre las sillas de un rincón, atravesando el salón que era el pub hacia las oficinas del fondo. Si había alguien tenía que estar allí.
- ¿Altai? – intenté con el apodo del encargado número uno, un viejo amigo nuestro de su último año de instituto; pero nada, nadie me contestaba.
Entré en una de las oficinas, pero la encontré vacía. Normalmente no tenía este tipo de confianzas, me resultaba extraño estar allí. Estaba por irme cuando escuché unas voces, apenas susurros, detrás de la puerta más alejada de todas. Realmente, no tenía mayor interés que saludar a Hugo y a lo demás, pero me picó una extraña curiosidad, el mismo sentimiento raro de antes. Se escuchaba a dos hombres hablando; caminé hasta la puerta y percibí palabras sueltas; mi intención no era escuchar a escondidas así que toqué la puerta y abrí ligeramente.
- Hugo, soy yo, ¿puedo pasar? -.
La figura inconfundible del dueño alzó la vista desde la silla detrás de la mesa que hacía de escritorio.
- ¿Sky? Pasa, pasa, hacía que tiempo que no te veía. Disculpe, señor Laon, esta es una pequeña… protegida mía, por así decirlo. No es molestia supongo, ¿no?, ya estábamos terminando – la voz de H sonaba tensa. La sensación de extrañeza no hizo sino ir en aumento con esa reacción de familiaridad de Hugo, normalmente me habría reprochado el haber entrado hasta allí. Realmente estaba pasando algo. ¿Quién sería el otro hombre?

El caballero que le acompañaba tenía un aura amenazante que se percibía incluso desde donde estaba yo, algo… oscuro que se rizaba a su alrededor. Se giró hacia mí; poseía unos ligeros rasgos asiáticos, tenía el pelo negro, como el azabache más profundo, elegantemente engominado; y desde unos ojos rasgados, castaños, que parecían falsos, como si fueran lentes de color, me sonrió con una mueca canina que no me inspiró ninguna confianza. Parecía que pretendiera devorarme. Un escalofrío me recorrió la espalda.
- Por supuesto que no, señor Wesley. Solo falta que firme el contrato final – dijo pausadamente. Tenía una voz rasposa y melodiosa al mismo tiempo, que resultaba artificial.
- Claro – le contestó Hugo con un suspiro – tendré que leerlo por encima, si me permite…
- Por supuesto. Aquí tiene, las cláusulas son las que ya hemos tratado por separado, he incluido todo lo que hablamos, como podrá comprobar – dijo con sequedad.
- Yo Hugo Wesley, acepto que… ajá… - paseo los ojos velozmente por lo que parecía un contrato - bien, está todo en orden pues – firmó con un trazo amplio y le devolvió el grupo de papeles. – Entonces, permítame el dudoso gusto de presentarles. Sky, este el señor Kage Laon, el se… se va a encargar de mi local, bueno mi ex local – añadió con una sonrisa sufrida.
Ahora lo entendía todo. O al menos casi todo. No pude sino sentir aún más rechazo por el señor trajeado.
- Tiene un nombre muy extraño, señor Sombra (kage, en japonés, significa sombra) – dije dirigiéndome a él, sabiendo que era una falta de respeto el tono con el que le hablé.

El “señor Sombra” se levantó con elegancia, mirando aún el contrato, los dos alzamos la mirada hacia él. De pie, se veía mucho más extraño y amenazante, más alto, oscuro, ensombrecido, como si desplegara su poder… ‘Qué cosas más raras pienso’ me dije, ‘es solo un hombre de negocios, solo eso, y punto’. Pero ese espectro en sus ojos… no era normal.
- Es curioso que una chiquilla como tú conozca términos de mi cultura – dijo con desdén. Mañana empezaré con la redecoración, ¿quiere darme alguna idea, señor Wesley? ¿Por… empatía con su viejo local? – dijo con una sonrisa tan falsa como su amabilidad. Se notó como paladeaba el placer de hacerle daño a Hugo, restregándole su enorme pérdida.
H meditó unos instantes, me supongo que intentando devolverle sus palabras, cosa que, siendo él quién era (lo había visto manejar a tipejos el doble de grandes que él, esgrimiendo únicamente su aguda lengua) podría hacer de la manera más inesperada.
- Pues… sinceramente – una sonrisa irónica cruzó su rostro - señor Laon, aquí esta jovencita tiene un gran talento para decorar mi local – dijo, haciendo alusión a la veces que le había enseñado unos bocetos con decoración temática para el Perséfone – y la verdad, me gustaría que aceptara alguna de sus propuestas. Solemos decorarlo con un aire grunge y oscuro, ¿me sigue? Un estilo contemporáneo, difícil de conseguir pero que capta a la clientela joven con mucha facilidad – añadió un toque de picardía, calando en el empresario.
La reacción en su rostro fue casi inmediata. Eso seguro que no se lo esperaba, que le dijeran que una niña de quince años tenía por costumbre ser la diseñadora del local. Y que además, tendría que aceptar una propuesta de esa niña. Bueno, yo también estaba muy sorprendida, Hugo, con el que tenía algo de confianza, pero no en demasía, me estaba colocando como la vendetta de turno. Además de que me había dejado presenciar toda la operación entre ambos, como si estuviera queriendo cubrirse las espaldas. Quizás me arrepintiera de haber entrado.
- Bueno, eso, naturalmente, habrá que hablarlo más adelante… pero, ¿Qué te parece si – dijo dirigiéndose a mi – más o menos dentro de dos o una semana me traes unas cuantas buenas ideas, eh? – comentó con la falsedad que empezaba caracterizarle. Eso es todo, señor Wesley. Espero que mañana a primera hora esto este completamente vacío y listo para mí… - hizo una pausa antes de continuar, midiéndonos a Hugo y a mí con la mirada. Me voy entonces, mi coche me espera.

Estrechó la mano de H. Se dispuso a hacer lo mismo conmigo, y tras un breve instante de vacilación, finalmente se la estreché. Fue… extraño, parecía que cambiara de temperatura y textura, fue casi repugnante. Me soltó con una sonrisa de resolución en los labios, como si se hubiera dado cuenta de algo importante al darme la mano.
- Nos veremos pronto, pequeña Sky… - añadió casi en un susurro cuándo ya estaba atravesando la puerta. Hugo no lo había escuchado. Me recorrió un escalofrío. Hacía mucho tiempo que nadie me llamaba así.

Girándome hacia el ex dueño, y pasando por alto la extraña despedida del señor Laon, añadí: - Perdone que le pregunte pero, ¿qué significa eso del contrato, señor Hugo?
- Ah, lo siento – suspiró y bajó la cabeza con un gesto de derrota - pero he tenido que traspasar el local, me mudo. Pequeña Sky – sentí otro escalofrío. Otra vez pequeña, en menos de un minuto. Extraño, era todo tan extraño. - lo lamento en el alma, es por un asunto familiar. Os echaré de menos a todos – me dijo con melancolía. Y siento mucho que hayas tenido que presenciar todo esto, pero ese hombre … has sido como una ayuda del cielo cuando has llegado, siento si te ha molestado el exceso de confianza.
- No se preocupe. Ahora ya sé que estará él por aquí. – le contesté.
Se levantó y se acercó a mí, posándome una mano amable en el hombro. Sabía lo importante que había sido Perséfone para el señor Hugo, siempre dispuesto a todo por sacarla adelante, conseguir los mejores grupos, las decoraciones más llamativas, el mejor presupuesto, como si de mimar a una amante se tratara… y todo eso se iba a dejar en manos de este desconocido con pintas de burócrata sobrenatural.
- Y nosotros a usted, H, muchísimo. Esto no va a volver a ser lo mismo si no está para regañarnos.
Me dirigió una sonrisa ensombrecida. La tristeza y la pena de Hugo se reflejan en los viejos ojos grises rodeados de pequeñas arruguitas.

En seguida me di cuenta que lo que necesitaba era estar a solas para aceptar lo que pasaba, así que me despedí de él con un apretón de manos y con la promesa de cuidar el local. El prometió que escribiría, y que nos haría una visita cuando pudiera, pues solo se iba a la cuidad de al lado.
Salí a la calle, se había nublado, y el cielo parecía un muro moteado de grises. Tomé el bus que me dejaría cerca de mi casa mientras pensaba en las consecuencias de todo lo que había pasado hoy… y llegué a la conclusión de que algo nuevo había llegado, una nueva etapa quizás, y todo estaba cambiando. ‘Pero quizás sean solo cosas mías, como suele pasar’ pensé.

Mientras subía las escaleras de la entrada de mi casa, me preparaba para lo que me esperaba dentro; se me caería el mundo encima después de todo lo que había pasado hoy. Había días en los que casi parecía que nada había ocurrido en mi pequeña familia, e incluso había algo de calidez en las habitaciones, y se podía sentir como en casa. Pero… había otros días, días en los que las esquinas de mi llamado hogar eran oscuras, las paredes parecían azul hielo y se respiraba el frío, la ausencia de alegría… en el sentido de la chispa que hace de una casa un lugar donde estar en paz, y ser feliz, y crecer. Había días en los que mi casa no era tal, y solo quería estar lejos.
El tintineo de las llaves en mi mano me reconfortó, como reconfortan las cosas que participan de la rutina, que confirman una certeza, que va a haber algo que siempre va a estar ahí. Abrí la puerta.
- Papá, ya estoy aquí. – Cerré la puerta a mis espaldas y caminé por el pasillo, tan hermosamente decorado por mi madre - ¿Papá?
Aún no había llegado. Sentí la pequeña decepción de siempre al sentirme poco importante para mi padre. El dolor de cabeza que me había acompañado desde mi “siestita” me estaba dando sopor… sentí como mi cama deshecha me tentaba con su mullidez, como si el dios griego Morfeo me llamara a sus reinos. ‘Ja ja ja’ me reí para mi ‘estoy como una cabra’. Me tumbé en mi estrecha cama individual y me quité los zapatos sin desacordonarlos; el cansancio se apoderó de mí. Volvía sentir como el aire circulaba a mi alrededor, los ruidos de la cuidad… como antes de mi extraño sueño, era mucho más consciente de todo a mi alrededor.

~  ~

El sueño empezó con luces y sombras, propias de un club de noche o una discoteca, había ruidos interrumpidos y discordantes, movimientos, rayos de luz, ramalazos de una melodía, era todo muy confuso y se extendió unos instantes, recordaba vagamente al Perséfone aunque estaba muy distinto. De pronto un cambio en el sueño trajo una imagen nueva… La invasión de la imagen causó un profundo impacto en el subconsciente de Sky, una sombra oscura, que le resulto difícil de identificar, sujetaba lo que parecían los muñones de un cuerpo sin vida. Era el cuerpo de una joven chica, de no más de diecisiete años, al que le habían arrancado las manos y parecía haber muerto al desangrarse, pues en el suelo el líquido carmesí destacaba como una enorme mancha oscura, un pozo rojo sangre. El pelo, lacio, caía como una flecha de su cabeza inerte, apuntando al charco sangriento.
Poco a poco, se fue acostumbrando a esa extraña oscuridad; el ser que sujetaba al cadáver era un demonio de ojos rojo sangre, como la que le caía de la barbilla y goteaba por su cuello. Estaba cubierto por una capa de algo vaporoso y en movimiento, una bruma oscura.
Se escuchaba un crujido extraño que torturaba los oídos de la soñadora, en un latido ininterrumpido. Sky escuchó con atención, breves instantes más tarde identificó con horror los raros sonidos, las ideas se hilaron en su mente con facilidad: era un chasquido de huesos que salía de la boca en movimiento de la figura, huesos de las manos que no tenía la chica, que estaban siendo triturados crudos en las entrañas de ese ser que tenía rostro de… Ese rostro, no era posible, pero rápidamente fue reconocido como horror ¡El de el Kage Laon!, que sonreía con sarcasmo; los dientes amarillos y puntiagudos manchados de sangre provocaron arcadas a Sky, que se revolvió en el mundo real. Antes de despertarse, el susurro de una risa perversa resonó en sus oídos.

Y entonces, antes de abrir sus propios párpados, los ojos azules… esos ojos azules… la miraron. Ya no estaba en presencia del asesino, sino en su cuarto mirándose al espejo, mirándose a los ojos… esos ojos que la había obsesionado eran los suyos propios… Sky no lo entendió, y se acercó más al espejo, hasta que solo se veía los ojos… de pronto, los ojos de color azul, los propios, cambiaron a un verde vivo que relampagueaba, unos ojos que se abrieron de la sorpresa, como si , de hecho, ya no fueran suyos…