lunes, 1 de noviembre de 2010

Proyecto - Crónicas Grises

Un relato que escribí hace unos cuantos años, del que tenía muchas ideas, pero que finalmente no continue, es algo viejo, así que tendrá muchos errores, pero me gusto realmente la historia que ideé para Galioon, el mundo de los Celiss, el nombre que le di a los ángeles y los demonios.



La noche tomó posesión del Bosque Nrioon; sólo quedó una uña de sol, que se quedó perezosamente unos instantes antes de dejar paso a la oscuridad y, mientras las estrellas empezaban a ocupar el cielo, una bola de luz blanquecina recorrió el centro del bosque. La luz deambuló unos minutos y finalmente se posó en el suelo, tomando forma humanoide.

Poco a poco dejo de ser un ser translúcido y se fueron descubriendo los rasgos de una joven, con unas alas cubiertas de suaves plumas blancas, un rostro sereno se tornó material, y la sombra de nerviosismo que se difuminaba antes se realzó, unos profundos ojos ámbar se iluminaron en la oscuridad, y el esbelto cuerpo se vio cubierto por una vaporosa túnica blanca con detalles rosáceos.

Delante del ángel, entre los robustos árboles, unas sombras se movieron. Ella se inquietó aún más. Avanzó temerosa, con un brillo interrogante en los ojos.

De pronto, una rápida sombra salió del árbol y se colocó detrás de la joven; la sombra no dio tiempo siquiera al ángel de reaccionar, acercó su cuerpo al de ella, y posó el rostro su cuello…en la dentadura de la sombra, crecieron los caninos de forma alarmante.

- Eres tú…Celiss Farelina…- la sombra rió por lo bajo, y en un idioma descocido por los humanos dijo: e nukko do farelina…

La nombrada abrió los ojos de sorpresa, pues su cargo era conocido por pocos, el ángel del atardecer, el único que habitaba por entonces su vasto mundo, y dudaba de que el ser que ahora la llamaba recordara su nombre.

- He venido por orden de Dake do Diriaku, como servidora de la luz y la oscuridad, a sanar un alma gris, Celiss Diriaku.

- ¿Qué te hace pensar que hay un alma gris entre los Diriaku del bosque, Farelina?

- No me tomes el pelo, Heiss – dijo ella, llamándolo por su verdadero nombre, en un tono cortante y frío.

- Veo que recuerdas mi nombre de…los viejos tiempos…- rió él con un tono de amargura.

Una sombra de dolor cruzó el rostro de Celiss Farelina.

- Tu ya sabes porqué estoy aquí, ¡ahora cumple con tu trabajo y llévame ante el rey! – soltó ella, como si escupiera las duras palabras.

La sombra tomó finalmente consistencia, y la figura de un joven hombre, que no aparentaba superar la veintena, vestido completamente de negro; en su espalda destacaron unas enormes alas de murciélago; alzó unos profundos ojos castaños hacia el otro ángel.

- No seas crue-

- ¡Y tu no seas hipócrita! – cortó el ángel del atardecer – ahora, te repito, llévame con el rey.

Heiss atravesó con la mirada a la joven, portando en sus ojos un brillo helado.

- Bien, entonces, sígueme- dijo Heiss, seco.

El Celiss Farelina y el Diriaku caminaron entre la espesura del bosque, la tensión entre los dos seres se palpaba intensamente. Así continuaron hasta que, en un claro entre la espesura del bosque, un corro de delicados seres se les acercó entre murmullos y revoloteos.

- Heiss…Heiss – hablaron los seres, casi como susurros, pensamientos, en un tono pícaro y seductor– ha venido…ha…venido a… ver al rey…Heiss…el travieso Heiss tiene…tiene que dar la clave – terminaron entre risillas.

Las sensuales sílfides oscuras corretearon alrededor del ángel oscuro, mientraseste miraba de reojo a la otra Celiss, pues no sabía como reaccionaría a las palabras de las sílfides.

- La clave… la clave Heiss… - insistieron.

- La clave es …– se acerco a susurrársela a la sílfide más cercana.

- Dime Heiss – la sílfide, zalamera, pegó su cuerpo al de Heiss, cercando al joven entre sus incitadoras curvas.

Heiss volvió a mirar a la Farelina, dándose cuenta de la tensión que provocaba en ella esa situación. ‘Del pasado no se puede huir, ni se puede olvidar… y nuestro pasado nos marcara para siempre’ pensó él con amargura.

- Do Ka´sur Dake, do Dake do Diriaku, miro fresur ouno Celiss Heiss, e daxe ve Pofrede Nire – contestó el joven, despegándose de la sensual criatura.

-Es correcto… ¿No vas a ofrecernos… nada más… Heiss?.. – le respondieron con sus extrañas risitas.

- No – dijo con rotundidad. Miró de nuevo a la Farelina, que lo miraba con dureza, casi con odio – ahora, sílfide, déjanos pasar.

De nuevo con risas pícaras le dejaron pasar por una enorme trampilla oculta en el suelo, dejando ver un profundo túnel que se adentraba en las profundidades de la tierra de Nrioon. Dando paso a Kladernok.

Poesía: Salem .vs. Sam

Una poesía que tenía olvidada por ahí, es bastante antigua, del 2008. Reeditada en el 2012, ¿ok? Intenté conservar la esencia de aquellos pensamientos.
Salem
Ojos negros
Profundos
Tan atrayentes como un imán
Tan inescrutables como su alma

Inalcanzable como las estrellas
Intocable como las sombras
Luminosa piel absorbente del sol
Lejano y cercano a la vez
Lejana su mente, su corazón, su alma
Cercano solo su cuerpo

Sería tan fácil alejar lo cercano
Y tan imposible conseguir lo lejano
Conseguir dos corazones
El tuyo y el mío
El mío que robaste y compartes
El tuyo que nunca entregaste

Ojos profundos que nunca miran
Pensamientos extraños e interrogantes
Fruto prohibido
Humo adictivo


Sam


Cálida mirada
Lleno de fuego y amor
Límpidos y claros puedo verlos
Siempre que me los muestre

Brazos envolventes y protectores
Cuerpo que encierra llamas de ternura
Y relámpagos de pasión
Cuerpo que viaja entre sabanas de color

Tan cercano y tan frágil
Tan fácil de arañar y hacer sufrir
Mimoso y suave
Tranquilo e inquieto

Piel tostada y cambiante
Acalorado e incansable
Intenso y apasionado

Acosador de mi cuerpo
Escrutador de mi mente
Protector de mis sombras
Guardián de color oro
Amante color pasión

domingo, 1 de agosto de 2010

Relato corto II

Este seria el siguiente, pero no es una continuación, mas bien, se desarrollan al mismo tiempo.



CAPITULO I

Había sido una noche maravillosa. No había cabida para más pensamientos en su cabeza. Estaba envuelta en sus brazos, vestida con su camisa y acostada en su cama. Respiró profundamente, respirando su olor, y se dejo arropar por el calor del chico.

- Buenos días, preciosa – oyó ella a su lado, justo en su oído. Se dio la vuelta rápidamente.

- ¡Estabas despierto! – dijo de buen humor, con una sonrisa en los labios.

Él sonrió y la atrajo hacia sí, envolviéndola en el suave calor que emanaba su cuerpo. Sami acarició el pelo castaño de ClaraBell; ClaraBell se derritió con las caricias de Sami.

Un ruido, como un gruñido, interrumpió el momento.

- ¡Eh! ¿Qué ha sido eso? – dijo el chico. ClaraBell se sonrojó.

- Han sido mis tripas.

Él sonrió.

- ¿Quieres desayunar? – le preguntó.

- Hmmm… ¿nos tenemos que levantar? – se quejó ella.

Sami se levantó, dejando el torso desnudo a la vista de ella, que se sonrojó.

- El desayuno no se va a hacer solo, guapa, por muy coloradita que te pongas.

Ella soltó una exclamación contenida.

- ¡Tonto! – gritó – ahí te quedas – añadió tapándose totalmente.

- Venga – pidió con carantoñas, haciéndole cosquillas – sal de mi cama.

ClaraBell sacó la cabeza.

- Creía que nuestra cama.

- ¡Saliste! ¡Te pillé! – corrió a luchar por el resto de sabana.

Forcejearon con risa floja durante unos minutos.

- ¡El piso es de mis padres!

- ¡La mitad de la comida es mía!

Y así durante casi media hora; acabaron abrazados y haciéndose mimos.

- Bobo. Sigo teniendo hambre, por cierto. ¿No me vas a hacer el desayuno?

Él le lanzó una mirada atravesada.

- Yo me voy a hacerme mi desayuno, cuando quieras desayunar tu, ya sabes… - le contestó en un tono falso, como si bromeara, mientras se levantaba.

- ¡Vale, vale! Ya me levanto.

Sami soltó una risilla maliciosa:

- Jújuju, has caído en mi trampa monstruito –le dijo abrazándola - ¿vamos?.

- Vaamos, a veces eres…

Se levantó. Pero enseguida se volvió a sentar con un rictus extraño en el rostro. Sami se acercó a la chica, preocupado y con la cara sonrojada. Ella alzó los ojos color chocolate hasta los verdes de él.

- Siento como una molestia… allá abajo. ¿Es normal, no? Bueno, es que después de lo de anoche… dijo ClaraBell, poniéndose colorada también. Se levantó despacio.

- Esto…y, ClaraBell, ¿te gustó?

Ella sonrió.

- Te cuento durante el desayuno.

- Jajaja. Vale, vale. Se ve que tienes hambre – dijo mientras la abrazaba.

Se levantaron de la cama y salieron del diminuto y único cuarto del pequeño piso. Era un apartamento de playa, donde Sami y sus padres pasaban los veranos; Sami había conseguido que, como regalo por sus dieciocho años, le dejaran el diminuto ínfimo pisito para pasar un fin de semana a solas con ClaraBell, siempre que ellos pagaran la comida. El apartamento tenía una baño, una habitación y un salón cocina; lo justo para hacerse con unos días de felicidad plena.

Sami hizo unas tostadas y ClaraBell se calentó una taza de leche; cuando ambos terminaron de prepara la mesa y de colocar la comida, lo dos se sentaron a disfrutar de los rayos de sol que entraban a través de las cortinas, dándole al aire una apariencia dorada y cálida. Ella sentía la frescura de las baldosas en sus pies descalzos, de pronto percibió la calidez de los pies de su acompañante en contraste con el frío. Abrazó con sus pies los tobillos de él y sorbió un poco de su tazón de leche, con un regocijo nuevo para ella; Sami percibió el gesto de la chica y cogió su mano por encima de la mesa, en una caricia rebosante de ternura.

CAPITULO II

ClaraBell

Una semana y media después.

‘No me ha venido la regla’ pensé mientras estudiaba mi ropa interior, preocupándome de nuevo por el hecho de que ayer debía haberme bajado el período y aún no lo había hecho. Sé que no debo preocuparme, porque aunque… bueno aunque hiciera eso con Sami no significa que esté… nada de nada. Era un momento seguro, lo busqué en Internet y decía que había que dejar pasar unos cuantos días después la regla y no había problemas porque no estaría fértil, y no habría riesgo de quedarme embarazada. Quería que mi primera vez fuera perfecta, y vaya si lo conseguí, ahora no me puede pasar esto; lo miré todo para que pudiera ser sin preservativo, para que en mi primera vez estuviera conectada con él de verdad, sin estar separados por un trozo de látex. Lo hablé con Sami no estuvo de acuerdo al principio, pero lo convencí de que aceptara mis motivos. Aunque ahora creo que me arrepiento un poco. Solo puedo esperar a que me baje por que si no… si no, más me vale a mi que no haya un ‘si no’.

Me vestí con un vestido azul y unos leotardos violetas, cogí mi abrigo y salí por patas de mi casa, despidiéndome de mis padres mientras salía; llegaba tarde al instituto.

Pasé la mañana entre aquí y allí, sin saber muy bien que hacer, como si un manto asfixiante de preocupación me quitara la capacidad de concentración; solo podía estar pendiente de quitarme el manto pesado, y nada más. A segunda hora me preguntó el profesor de inglés unas cuatro veces la misma cosa, y yo sin enterarme de nada, ni siquiera me había dado cuenta de que estaba hablando conmigo. Aurora y Dabilonia me hablaban, pero yo solo podía pensar en ‘y si esto, y si lo otro’. Cuando llegó el descanso del recreo, casi no salgo de clase. Bajé las escaleras desganada, esperando la llegada de Sami donde nos habíamos sentado todos, al pie de una de los falsos pimenteros que estaban regados por el enorme patio del instituto. Me di cuenta de que pasaba algo entre Aurora y Bellatrix, como si estuvieran tensas la una con la otra; Bellatrix no dejaba de echar miradas extrañas a Aurora, y esta no se daba cuenta de nada, hablaba emocionadísima con Dabilonia sobre tatuajes. Cuando Sami llegó no pude más que sacar una triste sonrisa, y él, con lo bien que me conoce, se dio cuenta de que algo me pasaba. Me levantó del césped con una mano, y con la otra le decía a Aurora, Dabilonia y a Bellatrix que nos íbamos un momento. Prácticamente me sentó él de nuevo en la alfombra de hierba, estaba como ida; nunca me había parado a pensar en que yo podría encontrarme en esta situación, y las consecuencias se apelotonaban en mi cerebro impidiéndome pensar en otra cosa.

- Bueno - me dijo él, con una expresión indescifrable – ClaraBell, dime que pasa.

Me lo dijo en un tono que no admitía réplica, y que me sacó brevemente de mi ensimismamiento. Le miré a lo más profundo de sus hermosos ojos verdes, esos que me recordaban a un prado de verano.

- Veras, Sami…es que no me ha bajado la regla todavía – solté, medio de sopetón, para no extender el momento.

Sami no hizo nada, me miró también a los ojos, y así estuvo un rato.

- ¿Cuándo tenía que venirte?

- Ayer – contesté.

- ¿Y has estado dándole vueltas a la cabeza sobre el asunto, te has angustiado? – me preguntó en el mismo tono neutro.

- Si, un poco si, la verdad.

El respiró como si el manto pesado no le pesara tanto, más tranquilo.

- Vale. Recuerda lo que te había contado antes, lo de que si te preocupas, te angustias y etc. se te va a seguir retrasando, lo que tienes que hacer es relajarte y distenderte del tema, ver una peli esta tarde en tu cuarto, leer o hacer algo que te haga concentrarte en otras cosas, ¿si? - me explicó.

Jugué con las mangas de mi rebeca, que me cubría los dedos. De pronto me di cuenta de que me estaba preocupando por algo que no era la primera vez que me pasaba, sin ir más lejos, el mes pasado se me retrasó tres días. Miré a Sami, absorbiéndolo todo lo que podía, su pelo castaño, sus ojos verdes, su sonrisa de labios carnosos, su pecho firme y bien moldeado… era tan guapo.

- Tienes razón, amor, perdona. Me estaba preocupando por cosas que no eran – le dije con dulzura.

Él puso una media sonrisa.

- Lo que tienes que hacer es pensar en otras cosas, ¿vale?

En ese momento no pude más que asentir, confiando plenamente en su palabra.

Casi cuatro horas más tarde llegaba a mi casa, con el olor a la comida recién hecha de mi madre flotando en el aire.

- ¡Hola, mamá! Ya estoy aquí- saludé.

- Se oían los típicos ruidos de cocinas, calderos, cubiertos…

- Hola, mi amor – contestó ella desde la cocina - ¿qué tal el día?

Me dispuse a describirle mi día, omitiendo lo que me había estado preocupando.

- Pues la verdad es que ha estado un poco raro, hoy me ha costado más concentrarme, pero bien. Y Aurora y Bellatrix están muy raras, y Thomas se ha echado novio… ah si, y el profe de mates nos ha puesto un examen para la semana que viene.

- Bien, ¿y lo tienes bien preparado? - me preguntó mientras cortaba unos tomates para la ensalada.

- Si, este tema lo llevo bastante bien. Voy a dejar las cosas en mi cuarto y vuelvo a bajar.

Cogí mi mochila verde y subí las escaleras al segundo piso. Dejé la maleta de cualquier manera en el suelo de mi cuarto y me metí en el baño a hacer pis.

Cuando me miré las braguitas… ¡Si! ¡Ahí estaba la deseada sangre! Ni había notado cuando me había venido. ‘No estoy embarazada’ me dije para mí misma ‘¡No estoy embarazada! Jopé… ¡que bien! Soy feliz… por favor que simple soy’ pensaba, contenta por fin.

Salí del baño dando saltitos y súper feliz, tanto, que mi madre me preguntó que si me había pasado algo. Yo le conteste que simplemente me había puesto de mejor humor. Esperamos a mi padre para comer, en tanto pusimos la mesa mientras nos contábamos cosas de nuestros respectivos días. Había un delicioso estofado de pollo en su salsa (receta de mi abuela) con guarnición de verduras sofreídas, estaba tan rico que los tres repetimos, después nos quedamos viendo la tele un rato, haciendo un zapping mixto según quién tuviera el mando.

CAPITULO III

Dos meses después.

ClaraBell y Sami habían pasado a un nivel más íntimo de su relación. Mantenían relaciones sexuales, con protección, pero a veces ClaraBell proponía hacerlo sin el, ya que controlaba su calendario menstrual; como a Sami lo que más le gustaba era poder sentir a ClaraBell, no podía negarse a su propuesta. Estaban viviendo lo mejor hasta ahora de su relación, en que el tiempo que pasaban juntos era siempre de felicidad para ambos. Cuando estaban ellos dos solos el mundo desaparecía y se entregaban a todos sus actos, desde prepararle un sándwich al otro como disfrutar de una larga conversación.

Sami estaba ahorrando para comprarse un coche, así que algunas tardes entre semana iba a trabajar de camarero en un bar elegante de la zona pija; siendo tan guapo y tan bien visto, era difícil rechazarlo como trabajador. El curso estaba casi terminando y tenían pensado aprobarlo todo para pasar un verano estupendo, juntos, y con sus amigos; pero algo totalmente inesperado les iba a complicar un poco las cosas.

Era viernes y Sami y ClaraBell tenía pensado salir a dar una vuelta para disfrutar del calor, y a lo mejor ir después a la playa, porque hacía como un año que no iban a bañarse juntos en el mar y lo echaban de menos. Al salir de clase se fueron cada uno a su casa. Sami acompañado de Thomas y Dante, a sufrir las muestras de cariño de los dos homosexuales, y ClaraBell, que vivía más cerca, iba con Aurora y Dabilonia, Bellatrix se les unió en el último momento.

- Que calor hace, ¿no? – dijo ClaraBell.

- Pues la verdad es que yo creo que hace un tiempo estupendo, la brisa no está caliente como la semana pasada.

Pasaron el resto del camino hablando.

Cuando ClaraBell llegó a su casa saludó a su madre y subió las escaleras. Entró en su cuarto, una habitación pintada de violeta pastel y con muebles de madera, y llena de estanterías de libros y manuales de todo tipo; resaltaba una balda llena de muñequitos, de esos que vienen en los huevos Kinder. Se sentó en la silla de escritorio, enfrente de su mesa y miró su calendario para revisar cuantos exámenes le quedaban. Solo le quedaban tres, de economía, de filosofía, bastantes importantes, así que ClaraBell empezó a preparar los libros que necesitaba para estudiar. Volvió a mirar el calendario; quería asegurarse de que tenía los días bien organizados.

Y ahí se dio cuenta de que faltaba una marca roja en este mes, ahí se dio cuenta de que hacía más de un mes que tenía que bajarle la regla. Se puso nerviosa. La última vez que le había pasado algo parecido, terminó por bajarle al día siguiente, pero ahora… hacía más de una semana que no le venía. Respiró intentando tranquilizarse y cogió su móvil, telefoneó a Sami.

- ¿Sami?

- Si al habla, dime preciosa.

- Sami…no se como…no me ha bajado la regla todavía.

Hubo un breve silencio al otro lado de la línea.

- ¿Es como lo que pasó la última vez?

- No lo sé. No he estado pendiente, es decir, que no me he preocupado y… Sami… me estoy asustando.

- No, no pequeña. Sabes que pase lo que pase voy a estar contigo, ¿vale? Lo que tienes que hacer es comprarte una prueba de embarazo, de esas que haces pipí y te dice lo que estas. Vamos a comprarla esta tarde.

- Vale. Amor, tengo que colgar, voy a comer. Te quiero.

- Adiós mi amor.

ClaraBell escuchó los pitidos de la línea, como si fueran las trompetas de un condenado. Lo sabía, no tenía claro como lo sabía, pero lo sabía; estaba embarazada.

A la tarde quedó con Sami en la esquina de su casa. Después de comprar la prueba, muy cara para el hecho de que era algo totalmente necesario y no un capricho, se despidieron.

ClaraBell fue al baño, caminaba como si la llevaran a la guillotina. Se sentó en el váter y se bajó las braguitas. Se hizo la prueba la prueba.

Espero un minuto, dos por si acaso.

Y miró el resultado.

Positivo.

Prácticamente sintió como la realidad se distorsionaba a su alrededor, como el aire le asfixiaba de nuevo, como la última vez pero peor, mucho peor.

Si, lo estaba, estaba embarazada.

Se apresuró a llamar a Sami con dedos temblorosos. A pesar de su amor, a pesar de todo, ClaraBell no podía tener ese niño.

Sami le dijo que tenían que buscar un sitio donde poder… abortar. Esa palabra sabía extraña en el paladar de ClaraBell, como cuando chupas las llaves y tienen ese extraño sabor metálico.

De repente sentía que vivía en un remolino, como todo da vueltas y vueltas, y pasaba una velocidad de vértigo.

Buscó desesperada entre la cantidad de papeles de su escritorio. Recordaba que en una charla de sexualidad en el instituto le habían dado una guía en la que estaba un centro privado donde se podía hacer un aborto. Lo encontró rápidamente, ocultó en otros papeles.

Llamó con rapidez y manos temblorosas.

Era caro, muy muy caro. Cuatrocientos euros que no sabía de dónde sacar. Colgó dándole unas inentendibles gracias.

Llamó a Sami.

- No tenemos dinero para pagar algo así – le dijo entra sollozos espasmódicos.

- Yo tengo ahorrados doscientos euros más o menos. Pero necesitamos otros doscientos… puedo hablar con mi padre y…

- ¡No Sami! No puedo decir nada me matarán… yo… tengo miedo Sami… tengo miedo…

- Tranquila – le dijo con ternura – cariño tranquila. Hay que decírselo a tus padres y a los míos. No podemos hacer esto por nuestra cuenta, ¿lo entiendes?

Ella sorbió con la nariz.

- Sí, lo entiendo… estoy asustada.

- Lo sé. Yo también – suspiró – voy a hablar con mi padre. Si quieres espérame, y se lo decimos los dos a tus padres.

- Sí, por favor. No sé si sola lo voy a poder hacer esto – dijo mientras se encogía en sí misma, rodeando su tembloroso cuerpo entre sus propios brazos.

- No te preocupes, amor. Estoy contigo. Esto es responsabilidad tanto tuya como mía.

- ¿Sami?

- Dime.

- Te quiero. Nos vemos luego.

- Si.

Colgaron. Respirando a la vez, cada uno enfrente de sus respectivas mesas, los dos apretando la frente contra la superficie del mueble, con los ojos llorosos.

La reacción de los padres fue la esperada. Sorpresa, frustración, enfado. Pero Sami intercedió por ClaraBell, y ClaraBell por él. No los llamaron irresponsables. Lo hicieron con rapidez, acortando todo lo posible el trauma.

EPÍLOGO

Varias semanas después.

Ese día el grupo de amigos fueron a celebrar el verano en una pequeña cala en el mar, un pequeño rincón privado para celebrar su graduación. Se reunieron en la casa de Dabilonia, Salem conducía y entre todos aportaban cosas, comida, mesa, sombrilla... Sami, para sorpresa de todos, había llevado un casete antiguo con sus cintas, que las había proporcionado ClaraBell, estaban más unidos que nunca. John Lee Hoocker, Aretha Franklin y famosos del siglo anterior los acompañaron durante todo el trayecto. El sol brillaba con calidez, y el cielo aparecía despejado, de un azul intenso, salpicado del blanco inmaculado de algunas nubes solitarias.

ClaraBell respiró el aire con olor a salitre al bajar del coche. Era alguien nuevo. Había madurado de manera rápida, pero certera. Tanto ella como Sami.

Todos estabas envueltos en risas y regocijo. Ellos no sabían lo que había vivido su pareja reciente.

Ya en la playa, después de una comilona contundente, y casi vaciar los cestos de comida, se encaminaron cogidos de la mano, en una corta cadena humana, hacia la orilla. El agua llegó a los pies de los primeros, soltaron exclamaciones de lo frío que estaba el océano.

ClaraBell trepó por el cuerpo de Sami, huyendo del agua y de las salpicaduras de sus amigos, que habían empezado a jugar en el agua. Entre risas empezaron a mojarse y salpicarse, y hubo más de una ahogadilla entre los chicos. Cuando estaban todos ya empapados, se sentaron en la zona húmeda de la arena.

Estaban todos haciéndose mimos, todos tenían pareja.

ClaraBell besó a Sami y lo miró con ternura.

- Te quiero, siempre.

El sonrió y se le iluminó la mirada.

- Yo también.

Se rieron por un comentario de Aurora.

Miraron al cielo, que los cubría por igual a todos. Pasara lo que pasara, para ClaraBell el cielo seguiría siendo el mismo. Y, algún día… recuperaría ese hijo.

Relato corto I

Este pequeño relato lo escribí, junto con el siguiente, para un trabajo de Ética Cívica, asignatura, tuve que empezar de cero una historia de apenas 5 páginas, y por eso los personajes y los hechos no están muy definidos.



CAPITULO I

Bellatrix siguió mirando a la rubia. Los rayos del sol le arrancaban destellos dorados a su pelo, y la tenían engatusada. Ella se volvió y reparó en la mirada escrutadora de Bellatrix, esta apartó su mirada, algo avergonzada. Aun así, la rubia no se dio por aludida y siguió la conversación. Bella suspiró, le estaba costando trabajo definirse, todavía no lo tenía muy claro. Aurora, con su pelo rubio, sus ojos grises y su piel de porcelana, con su carácter aniñado y dulce le provocaba muchas cosas; pero Salem también. Él tenía ese punto sexy e indiscutiblemente atrayente, que hacía que se te revolviera el estómago con sus excitantes ojos negros a través del lacio pelo negro, cuando la atraía entre esos brazos que la apasionaban.

Aurora seguía pendiente de Bellatrix con el rabillo del ojo mientras Dabilonia y Sami animaban la charla sobre tatuajes, Bella llevaba un par de días extraña, poco comunicativa, y a la vez muy atenta con ella. Sami llamó su atención con un toque de su brazo:

- Hey, pequeña Aurora, digo que me voy un rato con ClaraBell.

- ¡Ah, si! Vale, nos vemos. – contestó con rapidez, saliendo de su ensimismamiento. Sami se levantó de un salto y les hizo un gesto de despedida mientras caminaba hacia la entrada del edificio del instituto, dejando solas a las tres chicas.

- Sigo contándote Aurora, y… ayúdame Bella – dijo dirigiéndose a la chica que estaba algo apartada; su pelo negro tapaba parte de la cara y le oscurecía la mirada –que tú eres la que ya se ha hecho tres tatuajes, yo todavía no he convencido a mis padres.

Bellatrix tardó un rato en contestar a su amiga, como si le estuviera meditando profundamente la respuesta. De repente se levantó y empezó a caminar en dirección contraria al instituto, las dos chicas apenas tuvieron tiempo de entrever su sonrisa franca antes de que diera la vuelta y les gritara:

- ¡Ya os cuento después! -. ‘Ahí estaba otra vez’, pensaba Aurora para sí, ‘sin comunicarse y apática’; era evidente que algo le pasaba. Y se estaba preocupando seguramente en vano, porque Bellatrix, con lo independiente que era, seguramente solucionaría eso que pasara en breve, pero era una amiga muy especial para ella…y la preocupaba. Se levantó para seguirla.

- Auro, déjala, ella es así, hablará con Salem o... no sé con cualquiera de nosotros y volverá a ser la de siempre. – le dijo Dabilonia. Aurora se volvió hacia su amiga, como casi siempre tenía razón, pero aún así…

- Ya lo sé, Dani, pero siento que tengo que darle mi apoyo, a lo mejor me cuenta que le pasa y puedo ayudarla. La chica se le quedó mirando unos segundos, y con una sonrisa de resignación le dio a entender con un gesto que fuera a buscar a Bellatrix, pero al verla irse corriendo para alcanzarla no pudo evitar pensar que, en cierto modo, la pequeña Aurora parecía sentirse responsable de lo que fuese que le pasara a Bellatrix.

La chica rubia corrió hasta llegar a donde caminaba la morena. La cogió con suavidad del brazo.

- Bella… - le dijo únicamente.

- Dime.

- Tú… ¿estás bien? Llevas un par de días rara y… quería que supieras que me tienes aquí para lo que necesites, lo sabes, ¿verdad? – le contó a la chica, mirándole a los ojos verdes, escrutándolos. Aurora se fijó que parecía contenida en sí misma, y vio como la alta figura de Salem se acercaba a ellas. Se apresuró a decirle eso que había pensado:

- Bellatrix, quería decirte que yo…que sabes… - La rubia contempló el paso inexorable del hermoso chico. Ella no tendrá nada que hacer contra la fuerza del mejor amigo de ella, pues si Bella hablase con alguien, sería naturalmente con él. Se sintió impotente, que sobraba para su amiga Bella.

- Si, dime Auro – le dijo ella con expectación. Salem ya casi había llegado adonde estaban.

- Pues yo…mmm, nada, no es importante Bella. Aquí tienes a Salem para desahogarte – replicó con cierta dureza en la voz, marchándose bruscamente. Bellatrix contempló el paso de la chica; cuando miró a Salem, el chico percibió que sus ojos de Bella estaban húmedos. Salem se dio cuenta de que la reacción de Aurora había afectado a Bellatrix, más de lo normal, e identifico a la chica de la que tanto le hablaba Bella últimamente.

- Bellatrix… - le dijo el chico, con una voz atractiva y profunda - ¿quieres que hablemos de ella?

Recibió una mirada extraña de la chica. Era acuosa, parecía suplicarle algo, brillaba con intensidad, y, sobretodo, rebosaba tristeza y confusión. Salem escuchó apenas un susurro, contenido, soltado como una nube al viento intentando pasar desapercibida.

- Creo que si…

CAPITULO II

- Creo que si… - le dijo ella. Ocultó su rostro entre las cortinas de pelo negro, y rodeó su cuerpo con sus propios brazos.

- Ya veo… - susurró para sí, mientras miraba hacia la rubia, que se había alejado y volvía a estar sentada en la extensión de césped, Bellatrix también miraba hacia la chica. – Ella… te gusta, ¿verdad?.

Bella subió la mirada hasta el chico, con ojos brillantes y conteniendo las lágrimas que pulsaban por salir. Su mente era como un remolino de sentimientos, ya no podía estar segura de nada de lo que sentía.

Salem buceó en sus ojos y no pudo más que envolverla en sus brazos. Bellatrix, poco a poco, empezó a llorar. Al principio, en silencio y conteniendo las lágrimas, y al final no pudo parar el torrente de emociones que necesitaban ser consoladas y comprendidas. El chico la atrajo aún más hacia sí, la abrazó con fuerza y acarició los cabellos oscuros de Bella. Cuando ella ya se había tranquilizado un poco, alzó los ojos anegados de lágrimas hacia Salem; este cogió con una mano su rostro y le limpió las gotas con cariño.

- Entonces… también crees que si, ¿no? – le dijo él. Ella entrecerró los ojos.

- Está bien, no me digas que estás celoso – contestó entre sollozando pero riendo.

- ¡No! Ay, mira que a veces eres… Bella, yo sé lo difícil que es darse cuenta de que eres bisexual, ya sabes lo que me paso a mi y mírame ahora que b- se vio interrumpido por ella.

- ¿¡Bisexual!? Pero… yo no soy bisexual – soltó la chica con sorpresa, recuperándose inmediatamente de la llantina anterior. Él se rió, la miró con dulzura.

- Bueno, vamos a ver Bella, a ti te gusto yo, ¿no? – preguntó.

- Pues si, y mucho, ya lo sabes –. Él rió de nuevo:

- ¿Sabes Bellatrix?

- ¿Qué?

- Tu vas de chica dura, independiente, libre… pero eres muy dulce.

- En fin… - suspiró la chica, mirando hacia otro lado.

- ¡Jaja! Vale, vale; ya sigo dama de hielo. Como te iba diciendo antes, a ti te gusto, mucho, tanto que he pasado de ser tu mejor amigo a casi tu amante – esto le arranco una sonrisa a ella – dicho burramente, ha acostarte conmigo, ha ser capaz de confiar en mi. Y Bella, ¿es eso lo que te inspira Auro, es eso lo que te hace sentir?

La pelinegra lo miró intensamente.

- Bueno…Auro me gusta, pero de ahí a hacer eso con ella, es decir, me siento atraída hacia ella, tanto como podría estarlo de ti o cualquier chico, pero todavía no la conozco tanto íntimamente como para… no sé si ella… ¿tu me entiendes? – dijo con una pregunta en sus ojos verdes.

- Si – respondió con una sonrisa – y entonces, ¿por qué dices que no eres bisexual? No hay ningún problema por serlo.

- Pues no sé, ¿eso no eran los chicos?

- ¿¡Sólo los chicos!? – dijo con sorpresa – ¿por qué dices eso?.

- Yo pensaba que… había oído que… -Bellatrix bajó la mirada, sonrojada - ¿no?

- ¡No! Me pregunto quién irá diciendo esas brutalidades…Bella, si te gustan los chicos y las chicas eres bisexual, así de simple, seas del sexo que seas.

- ¿Y ya está? ¿No hay que decidir que sexo te gusta, o al menos con el que practicas sexo, o el que muestras en público… nada parecido? – dijo ella, incrédula.

- Vamos Bellatrix, ¿lo dices en serio?

- P-pues si.

- Ja ja – se rió el, sin malicia – en el fondo eres una ingenua inocente.

Ella le miro atravesada.

- ¡Yo no soy nada de eso! – contestó gruñona. Él volvió a sonreírse, la atrajo hacia sí - ¿Sabes, Salem? Aurora me gusta mucho. Me siento protectora hacia ella, me da la sensación de que es algo delicado y suave… ¡me gusta! Sienta bien decirlo, aunque me da un poco de vergüenza… - confesó. Aún así, Salem pudo percibir tristeza en los ojos de la chica.

- Pero… - dijo él, incitándola a continuar y descubriendo el ‘pero’ del asunto.

Bellatrix sentía una libertad interior después de llorar y hablar con Salem que la dejaba tranquila y feliz consigo misma, y le permitía aceptar y comprender lo que pasaba en su interior. Pero ella no sabía si sus sentimientos serían correspondidos, cosa que Bella sabía que sería muy poco probable.

Ella alzó las manos hasta la mirada verde del chico. Salem la conocía demasiado bien, no en vano, era su mejor amigo, su amante, su confesor, su compañero. La chica se arropó entre los brazos de él; este lo notó y la tomo con ternura, dándole a entender que estaba allí, apoyándola.

- Pero no sé si seré correspondida, mejor dicho, sé que no seré correspondida, así que no vale la pena intentarlo – dijo ella con pesimismo.

El chico se le quedó mirando, absorto en sus pensamientos.

El sol iluminaba el cielo, lleno de claros entre las nubes, y el enorme patio. Los que estaban en las parcelas de césped lo agradecieron con risas y vitoreo. Un cabello rubio atrajo la atención de Salem. El pelo que brillaba a lo lejos se revolvió a la vez que la cabeza de la chica, Aurora.

CAPITULO III

El pelo de la chica atraía la mirada pensativa de Salem. De repente, se levantó. Bella se tambaleó sin el apoyo de Salem.

- ¡Salem! ¿Qué pasa? – le dijo ella sobresaltada.

- Bella, espera aquí un momento – le contestó, apretándole ligeramente la mano.

Sin darle tiempo a responder, el chico salió corriendo. ‘Pero… ¿Qué hace ahora?’ pensaba Bellatrix, dejando correr el asunto. Él estaba corriendo hacia el grupo donde estaba sentada Aurora. Sami y ClaraBell estaban más apartados, apoyados en el tronco de un falso pimentero, y Dabilonia hablaba con Thomas, que acababa de llegar, pero Auro estaba… alejada del conjunto, no físicamente, pues se sentaba en medio del grupo, pero parecía estar muy lejos de allí.

Salem se acercó a la rubia. Los ojos de ella centellearon al descubrirlo allí, pero apartó su mirada y cruzó los brazos sobre su pecho, indicando que lo “echaba de su espacio”.

- Aurora – la llamó él. Esta volteó la cabeza con irritación hacia él, dirigiéndole una dura mirada.

- ¿Qué quieres? – replicó, con la misma dureza de su mirada.

- Quiero que vengas un momento con Bellatrix y conmigo – le pidió él.

Ella soltó una risita sarcástica por lo bajo.

- ¿Es que no puedes satisfacerla tú? – soltó cortante.

- Por favor – dijo con cierto deje molestia en el tono de voz. Era obvio que el comentario le había molestado.

Ella se levantó y mientras se sacudía el césped de los pantalones buscó a Bellatrix con la mirada. La localizó en el extremo más alejado del patio; estaba mirando el cielo. Era una costumbre que ambas compartían. Un ramalazo de ternura invadió los sentimientos de la chica.

- Está bien – le dijo Aurora, impulsada por el sentimiento repentino que le había sugerido la figura de Bellatrix. Él asintió con un movimiento de cabeza:

- Vamos.

Ella se despidió del resto con un gesto de la mano. Empezaron a caminar hacia donde estaba Bella. Salem observaba a Aurora mientras vigilaba que Bellatrix no los viera.

- Eres muy guapa, Aurora. Le comprendo – dijo Salem misteriosamente, como para sí mismo. La rubia le miró extrañada:

- Estooo… ¿Qué?

Él soltó una carcajada.

- Nada. Ahora entenderás – aderezó con una sonrisa.

Bellatrix seguía inmersa en la contemplación del cielo y no había notado la presencia de los chicos. Salem aprovechó para contemplarla, pues su figura melancólica le removió como una caricia poética.

Era de piel ligeramente tostada, con un suave color café con leche muy suave; el color de piel de Bellatrix, a Aurora se le semejaba un caramelo. Los ojos verdes eran como la laurisilva, profundos y misteriosos, pero es cierto modo, acogedores; y hacían un hermoso contraste con su cabello negro, oscurísimo, y acicalado por brillos caoba. Bella vestía casi siempre de colores oscuros y le gustaba la música fuerte, como el rock, el metal o el hardcore, le iba a su personalidad, algo taciturna y tranquila, pero también alegre e inteligente, además era liberal, rebelde, y en general muy madura, pero ahora se le había presentado un tema en el que perdía pie: el amor, los sentimientos profundos. En muchos temas estaba bien puesta, pero los sentimientos nunca se le dieron demasiado bien a Bellatrix. Cuando conoció a Salem, hacía ya casi tres años, se encontró con un amigo y compañero para toda la vida; Salem y Bellatrix se complementaban, se ayudaban a escalar mutuamente por sus vidas, y así él se convirtió en su mejor amigo, y cuando el atractivo del chico hizo mella en ella, en amantes.

Eran amantes porque no se definían en que era amor lo que sentían, además no querían comprometerse, pues ambos necesitaban de la libertad que produce tener raíces, pero también alas, es decir estaban juntos, pero no atados. Además, los dos se atraían muchísimo físicamente.

Pero hacía dos años Bellatrix había conocido a Aurora al empezar un nuevo curso, ya las cosas habían cambiado, y mucho. Ella era especial. Ella había iluminado la rutina, había removido su vida. Quería saber más de ella, quería participar de su sonrisa. Incluso se hizo parte del grupo de amigos que se había hecho Aurora. A partir de ese momento, Bellatrix abrió su vida a los demás, sin saber exactamente porqué. Y hace nada más que unos meses, había empezado a hablar de eso con Salem, y, junto con sus pequeñas insinuaciones, Bella se dio cuenta de hacia donde iban sus sentimientos por la pequeña joven rubia. Al principio Bellatrix, casi inconscientemente, simplemente lo dejo pasar, como si fuera un enamoramiento pasajero, pero fue pasando el tiempo y Aurora pasaba a ser más y más parte de ella, imposible de olvidar.

Cuando se dio cuenta de que le gustaba como cualquier chico podría haberle gustado, a Bella le invadió una confusión profunda. Ella no sabía nada de la bisexualidad; recurrió a lo más cercano y lo menos chismoso, Internet. Bella se vio invadida por mitos, rumores y respuestas inconcretas. Bella no vio satisfechas sus preguntas, Bella vio confundidas sus preguntas; y entonces simplemente no hizo nada. Se contentó con tener a Salem, con desahogarse con él e intentar olvidarlo; aun así, no había funcionado. Y todo se había resuelto en una sencilla conversación, con una simple frase. ‘Tenía que haber contado con Salem desde el principio’ pensó para sí misma, sonriendo ligeramente. La sonrisa fue percibida tanto por Salem como por Aurora, y estos sonrieron a su vez.

Salem se acercó a Bellatrix con Aurora. Tan solo le susurró:

- Deja que te hable.

Ella le miró, e intentó buscar una respuesta en los ojos oscuros del chico, finalmente asintió con un leve movimiento de cabeza. Empezó a caminar hacia el árbol donde se apoyaba Bella, entonces ella si la vio y alzó la mirada, sorprendida; Aurora se sentó a su lado, acompañada por el incrédulo seguimiento de los ojos verdes de su compañera. Esta desvió la mirada de la rubia y se fijó en Salem, que estaba de pie en una pose estática, expectativa.

- Lo dejo en tus manos, Bella – sonrió. La chica movió los labios en un ‘gracias’ mudo.

Aurora miró alternativamente a ambos, sin comprender.

- Bella, ¿qué pasa? - le dijo.

Ella volvió a posar los ojos en ella, esta vez estaban brillantes de emoción contenida.

- Tengo algo que contarte al fin, Auro. ¿Me dejarías contártelo? -.

Aurora recordó las palabras de Salem, “deja que hable” le había dicho, así que eso fue lo que hizo, asintió con la cabeza y Bella empezó a hablar.

- Veras Aurora, últimamente he estado extraña contigo, pero no estaba enfadada contigo, espero que no hayas pensado eso... bueno, posiblemente sí que lo hayas pensado, pero no lo estaba, lo que me pasaba es que... me confundes, Aurora, me haces sentir cosas muy nuevas, cosas que hasta hace un momento ni sabía ponerles nombre. Pero ahora sí que lo sé y quería que tú también lo supieras. Y es que ... – Bella suspiró, preparándose para lo que tenía que decirle. Pero Aurora se adelantó, sorprendiéndose a sí misma y a Bellatrix.

- Me gustas.

Bella levantó la mirada, totalmente desconcertada. Aurora se sonrojó.

- Parecía que necesitabas ayuda – y recordó de nuevo las palabras de Salem – lo siento – dijo dándose cuenta de su fallo.

- ¿Te gusto, Aurora? – preguntó la otra, casi con ansia.

- Tú no te pares, sigue con lo que me decías - . Bellatrix cogió las manos de Aurora.

- No, por favor contesta.

Aurora miró intensamente a Bellatrix. Es cierto que antes había sentido celos hacia Salem, y que últimamente se preocupaba más en Bella, y le hacía más caso, y no podía evitar que una sonrisa aflorase a su rostro cuando ella la recibía a la entrad del instituto, y... podría ser que si.

- Yo... Bella, es que no sé si es por lo que me estas diciendo o porque de verdad me gustas. Me acabas de poner en una situación muy-

Aurora no pudo continuar, pues sus labios fueron sellados por un beso de Bellatrix, un beso ligero y suave, un piquito dado con una dulzura inusual en ella. Cuando, un breve instante después, Bella se retiró le susurró a la sonrojada chica:

- Y esto... ¿te ha gustado?

Aurora contempló su rostro de piel de caramelo. Asintió tímidamente con la cabeza, Bella soltó una carcajada sin mala intención frente a este gesto.

- Jaja, que mona eres Auro

- Mmm, ¿gracias? – le respondió con los ojos grises brillando.

EPÍLOGO

Algunos meses después.

Bella y Aurora por fin estaban comenzando una relación más o menos seria, y, después de extrañas, largas y reñidas conversaciones, Salem seguí siendo el amante y mejor amigo de Bellatrix; aunque esto no le gustaba mucho a Aurora, pues siempre sentía que nunca podría estar a su altura. Tanto como Bella como Aurora habían descubierto una nueva faceta de su sexualidad, dándose cuenta de que su orientación sexual era bisexual.

Casi todos sus compañeros y amigos habían aceptado su relación, excepto unos cuantos chicos abusones y algo sexistas que se metieron con ellas, insultándolas y humillándolas; pero Babilonia, Sami y ClaraBell junto con Thomas, que se había unido a las chicas a la “salida del armario”, habían salido en su defensa, y la ofensa se vio vuelta del revés.

Ese día el grupo de amigos fueron a celebrar el verano en una pequeña cala en el mar, un pequeño rincón privado para celebrar su graduación. Se reunieron en la casa de Dabilonia, Salem conducía y entre todos aportaban cosas, comida, mesa, sombrilla... Sami, para sorpresa de todos, había llevado un casete antiguo con sus cintas, John Lee Hoocker, Aretha Franklin y famosos del siglo anterior los acompañaron durante todo el trayecto. El sol brillaba con calidez, y el cielo aparecía despejado, de un azul intenso, salpicado del blanco inmaculado de algunas nubes solitarias.

- ¿Habéis traído caña de pescar? – preguntó al llegar Thomas.

- Pues no, ha quién se le ocurre Tom – le contestó Bellatrix.

Dabilonia pasó al lado de ellos, cargada de cestas de comida.

- Chicos, una ayudita, por favor – pidió.

Ambos se apresuraron a descargar el coche. Dante, el novio de Thomas, cargó con la mesa , y su chico se apresuró a ayudarlo.

- Que bonito, que bonito – cantaron todos, coreados por sus propias risas.

Disfrutaban y reían, como siempre lo habían hecho, sin condicionar quien era que, quien hacía que, y todos, pensó Aurora en un momento dado, eran distintos.

Ya en la playa, después de una comilona contundente, y casi vaciar los cestos de comida, se encaminaron cogidos de la mano, en una corta cadena humana, hacia la orilla. El agua llegó a los pies de los primeros, soltaron exclamaciones de lo frío que estaba el océano.

- ¿Alguien tiene calor? – gritó Salem, que comenzó salpicando a Aurora. Ella, picadísima con él, le respondió.

Entre risas empezaron a mojarse y salpicarse, y hubo más de una ahogadilla entre los chicos. Cuando estaban todos ya empapados, se sentaron el la zona húmeda de la arena, Bellatrix en medio de Aurora y Salem, Dabilonia con otro de sus muchos ligues (‘Que disfrute’ le decían siempre todos, ¿a quién le molestaba?), Thomas y Dante se hacían cosquillas, y Sami y ClaraBell estaban haciendo manitas.

- ¡Eh! Las manitas quietas – dijo Salem, con sorna.

- ¿Quién exactamente? – le contestó Aurora – hay manos moviéndose por todas partes.

Provocó un coro de risas.

Y así, rodeada de la felicidad colectiva de sus amigos, Aurora se dio cuenta de la definición que llevaba tiempo buscando para la bisexualidad, la homosexualidad.

Y así, cogida a la mano de Bella, siendo plenamente consciente de sus sentimientos, pensó:

‘Quieres, o te enamoras de otra persona no por el hecho de ser hombre o mujer, sino por el mismo hecho de ser persona. No el tener en cuenta la finalidad reproductora de la relación, sino el amar al otro como individuo.’

miércoles, 21 de abril de 2010

Capítulo Segundo - Cuando aparece la Sombra

Por fiiin! La correccion del segundo capitulo esta terminada, y ya la podeis disfrutar! xDD Saludos de Sky!

Sky se ha quedado dormida.

Viaja por un mundo donde aparecen rostros borrosos, ojos… paisajes helados, niebla y reflejos en un agua quieta; siente paz, es hermoso lo que ve, incluso en el sueño, su cuerpo se relaja y “disfruta del viaje”. De pronto el sueño cambia, siente miedo, dolor, la sombra del enemigo… su cuerpo se tensa y siente un remolino en su estómago. Siente la necesidad imperiosa de correr, de refugiarse, de huir de ese ser oscuro y maligno que la persigue. El terror domina todo su cuerpo, la adrenalina corre por sus venas. Lo último que ve son unos ojos rojos, que brillan con la sanguinaria alegría del cazador que ha cazado, y una mano alzada, que siente como suya, con un anillo circular, con una gema incrustada. Oye un último susurro en su mente confusa: ‘ella…’.

Se despierta en medio de la confusión del timbre y una clase llena de gente, el descanso había terminado. Laurie entró en la clase con lo que Sky catalogó como una sonrisilla estúpida en la cara.
~  ~

Ya ha pasado algo con Salem… otra vez’ pensé con irritación mientras me desperezaba. Empezaba a hartarme de esta historia. Salem era un manipulador más, usando su belleza y atractivo como una red sexual, blandiendo su sonrisa y el brillo de su mirada como un látigo, sin importar a quién herir o provocar; otro tío que solo se acostaría con ella. Sería solo sexo, sin importar los sentimientos de por medio, quizás, incluso los propios. Incluso a pesar de ser “amigos”, él hacía esto… ¿De verdad no se daban cuenta? Era… estúpido.
- Esto… ¿Laurie? – le llamé.
- Dime – dijo alzando esa mirada de cachorrillo feliz que ponía después de hablar con Salem, después de ser “seducida”. Puse los ojos en blanco.
- ¿Se puede saber qué ha pasado ahora con Salem? ¿Uhn? – pregunté con sequedad.
- ¿Con Salem?...N-no nada, ¿Por qué? – contestó, en un intento fallido de disimular su sonrojo, su cara de enamorada.
- Tienes una sonrisa estúpida pintada en toda la cara…, pero si tu dices que nada, nada, ¿eh?, seguiremos fingiendo que no pasa nada – le contesté, un poco subida de tono. Vale, me había pasado.
- ¿Perdona? Sky, ¡no me hables así!, es asunto mío y lo sabes, así que relájate un poco, ¿¡vale!? – me respondió, con el enfado contenido que se había ido acumulando tras tantas advertencias por parte mía, que no habían sido pocas.
El sueño me había afectado, me había dejado en un estado de irritación y estrés extraño, irreal para ser un sueño tan… digamos, extravagante.
- Yo… lo siento Laurie - le dije, encogiendo los hombros – no sé… no sé que me pasa hoy, es que… - ‘Estoy harta de mi vida aburrida y vacía, y además he tenido un sueño horroroso’ pensé solo para mi. – Tengo un mal día, perdona. Añadí una sonrisa de disculpa, intentando ser convincente.
- Mmm… - me miró un momento fijamente – bueno, vale. Pero olvidemos el tema. Ya me tienes harta con este tema de Salem.
Asentí con la cabeza, en señal de que captaba el mensaje. Ella también me tenía harta a mí.

El profesor de historia, el señor Cook, entró en la clase apresuradamente, lo que provocó un revuelto de sillas y ruidos estridentes.
- Disculpad la tardanza, alumnos… bueno, en breves momentos llegará un alumno nuevo, compartirá esta asignatura con nosotros; de todas maneras, comenzaremos la clase donde la dejamos ayer, con la primera guerra mundial… ¿Señor Frederick, sería tan amable de explicarnos cuales eran los principales bloques europeos?-.
La voz de mi profesor se convirtió en un murmullo de fondo que acompaño mis pensamientos durante todos los minutos que duró la exposición de Fred, estos volaron por toda la superficie de mi mente, hasta rozar con los dedos el sueño oscuro y retorcido, sumamente extraño, que había tenido hace un rato.


No me acuerdo de cómo había empezado, pero me encontraba en un hermoso paisaje nevado, todo era precioso y estático, y sentí una paz interior parecida a cuando…a como… como… algo en mi interior que me era familiar que no puedo recordar. Pero de pronto percibo algo, retorcido, oscuro, y siento un miedo verdaderamente apabullante, y un dolor seco en todo el cuerpo que se instala inmediatamente en mi cuerpo, como un aviso; el sueño se ve invadido por una sombra extraña y maloliente; el hambre insaciable que brilla en sus ojos de cazador era…aterrador. Hacía sentir un miedo primitivo, que se agarraba a tu estómago e incitaba a correr y correr, tal y como hacía yo en esos momentos, hasta que esos ojos voraces quedaran enterrados en mis recuerdos, pero no parecía que avanzara nada, cada vez que me daba la vuelta, ahí estaba… entonces la sombra salió a la luz. El terror que sentí cuando ese ser avanzó hacia…“mi” fue tan rotundo, que invadió mi cuerpo hasta impedirme moverme, me quede paralizada de terror frente eso, cegada por el propio miedo. Quise despertarme, este sueño no me gustaba, parecía real, muy real.

De repente, el sueño cambia; y me encuentro en un bosque rojizo y moribundo; allí parecía que incluso el aire había pasado a mejor vida, ¿qué estaba haciendo yo en este sitio? carecía de la familiaridad del paisaje níveo y puro de antes. Entre la niebla, vi una mujer que se miraba en un espejo; era muy bella, con el cabello rojo cayéndole en espesas ondas, que parecía fundirse con los colores de la floresta, vestía un traje negro que dejaba ver sus pálidos hombros y sus brazos desnudos, que sujetaban el marco de madera del espejo; parecía lo único vivo en todo el bosque.
El sueño se estaba desvaneciendo, oscureciéndose como en una transparencia. La niebla iba penetrando por los bordes de mi visión, e iba rodeando a la hermosa mujer, como si devorara el bosque y se tragara la figura de la dama, como la Nada en la Historia Interminable. El espejo despertó mi curiosidad, ¿Qué era lo que miraba? No se veía a la mujer reflejada, era como si hubiera un hueco en lugar del cristal. Lo último que logré ver, antes de que la niebla lo invadiera todo, fue como la mujer, alzaba una mano delicada con un brillante anillo ovalado, con una turquesa incrustada, y, como susurrándole al viento, dijo: ella… ella lo descubrirá pronto…van a encontrarla. Y como la niebla que la rodeaba, el sueño se fue disolviendo poco a poco.


El sueño había sido horrible, me había dejado agotada y…luego estaba ese miedo, había sido tan extraño para mi, y, ¿qué era esa extraña cosa, ser, sombra o… algo? ¿Y la mujer del espejo? ¿Y esos sitios que nunca había visto? Era muy confuso; además, cuanto más me ponía ha recodar el sueño, más detalles se me revelaban.

Todo lo que estaba pensando, completamente absorta del mundo a mi alrededor, se vio interrumpido por un estruendo procedente de la entrada de la clase, en la puerta. Como si los hubieran pinchado con un resorte, mis compañeros hicieron exactamente lo que se esperaba de ellos: mirar cual corderitos al centro del problema.

Era el chico nuevo, supuse, pues no lo había visto nunca por aquí, con la cara ligeramente sonrojada, y la puerta de la clase colgando de la mano, ¿es que este chico era una especie de Hulk? Ah, bueno, me olvidaba, la puerta del aula de historia tiene un pequeño problema: está colgando de una sola bisagra, (no se sabe cuantos años lleva ya así, el conserje ya la ha reparado no sé cuantas veces y acaba igual) y si no la abres con cuidado, pasa exactamente lo que le ha pasado al nuevo. Me quedé mirándolo, no pude evitarlo, era realmente guapo.

Poseía unos increíbles y bonitos ojos mezclados, medio azules entorno a la pupila, medio marrones hacia el final del iris, muy raros pero sugerentes, tenían un brillo de… algo especial, que no sé describir. El pelo, algo despeinado, le caía en mechones sobre el pañuelo gris que llevaba al cuello, y era de color oscuro, casi azabache, se veían algunas mechas azules. Tenía la piel más bien pálida, y vestía de blanco. Además, seguía con la puerta en la mano, colgaba de la miserable bisagra que quedaba en el marco. Mis compañeros se quedaron mirándole expectantes, como si fuera él el que debía hacer o decir algo, cosa que también hacía él; se lanzaban miradas como midiéndose, retándose a ver cuál movería ficha primero, y perdiendo el tiempo que pasaba al ralentí.
Finalmente, dando muestras de mucha agilidad y más maña que fuerza, la volvió a colocar, más bien apoyar, en el marco de la puerta. Y con una finura digna de la ocasión, y para rematar su actuación, nos dijo alegremente:
- Buenos días -.
Con toda la sencillez del mundo y una sonrisa pícara que provocó unas llamativas miradas de interés entre las féminas. Le quedó de película.


Un par de horas después, (ya resuelta la llegada de Thomas, que así es como se llama el chico nuevo tan atractivo) por fin el ya-maldito-por-todos timbre, aunque esta vez, hay que reconocerlo, no tan maldecido, marcó el fin de la jornada de clases. Recogí con tranquilidad mis cosas, mientras mis todos mis compañeros salían en desbandada hacia la libertad. Me coloqué los cascos en las orejas, dispuesta a interponer una barrera entre el bramido adolescente y un reticente dolor de cabeza. A la salida del instituto, la avalancha de mis compañeros que se disponían a cruzar la entrada se vio interrumpida por una chica, más bien mujer, que me recordó a alguien... ‘Me pregunto cuantas veces al día se puede tener esta sensación, ya van tres, lo menos...’ pensé con cierto sarcasmo. Pero continuemos con lo de la chica; estaba parada, completamente inmóvil, a pocos metros frente a la verja de salida, y tenía el cabello rojo, que parecía en llamas de lo despeinada que estaba, y llevaba un traje negro, más propio de Halloween que de finales de verano; tenía cierto aura de locura, y creo que era eso lo que más detenía a la manada de adolescentes.
Yo acababa de salir del edificio, así que no estaba muy cerca, ni siquiera para apreciar bien a la mujer, así que hice lo que todos, avanzar hasta el obstáculo que me impedía el encuentro con el fin de semana. Bien, me dije quitándome la música de los oídos, a mí una loca no me intimidaba lo más mínimo, así que avancé entre el gentío que pululaba sin atreverse a adelantarse. Increíble, pero una mano se agarró a mi brazo de una manera tan firme que no pude seguir avanzando... era Thomas.
- Esto... Thomas, ¿verdad? ¿Te importa soltarme?, a mí esa mujer con pintas de loca no me impide volver a mi casa -. Me miró con profundidad; me impresionó, ¡Lo había conocido hoy! ¿A qué venían esas maneras?
- Creo que deberías esperar, ¿no crees que– se vio interrumpido por el aplastante silencio que reinó de pronto en la salida; la mujer se estaba moviendo.

El rostro de la mujer, que antes estaba en sombras por la postura inclinada de hombros y encogida, se había elevado, mostrando unos demoníacos ojos rojos, que me despertaron mariposas en el estómago, unas mariposas que había sentido en el inquietante sueño de antes, unas mariposas que estaban muertas de miedo.
La mujer abrió los labios y empezó a susurrar para sí, algo que era initengible, pero que fue subiendo de volumen hasta convertirse casi en un grito pronunciado con una extraña voz de ultratumba, como si estuviera en off:
- Ella... humanos... ella lo descubrirá pronto... será engañada, oh estúpidos humanos, no protegeréis a la única que posee la llave de vuestra salvación... ella la tiene... ella... ella... – decía con la mirada perdida.

Enseguida llegó la policía, pero la mujer no se movió ni un pelo. La operación terminó pronto, pues ella estaba tiesa como un palo, y los policías no fueron nada condescendientes con ella. Cuando el mogollón ya se había disuelto, yo seguía allí parada. ¿Era cosa mía, o había repetido las palabras de mi sueño? Parecía algún tipo de profetización, pero esta daba mucho más miedo que la de las gitanas que leían las cartas por dinero en las ferias de verano.
- Hey… esto… ¿Sky? – escuché detrás de mi. El nuevo se había girado hacia mí. Hacía rato que me había soltado.
- ¿No te vas con todos los demás? El espectáculo ya ha acabado. – dije con irritación; era como si me molestara que hubieran tratado así a la mujer.
- ¿Y tú? – contestó. “Punto pelota” pensé con sarcasmo, pues yo tampoco me había ido… me pensé la respuesta.
- Yo supongo que me iré a casa, buenas tardes Thomas – le dije con toda la frialdad que pude. Empecé a caminar por el pavimento gris que rodea el instituto sin darme la vuelta, él parecía que no se había movido. Intenté alejar de mi cabeza este extraño día y prepararme para lo que me esperaba en casa.


El ruido de mis zapatillas contra el asfalto llenaba mis oídos, y no dejaba salir mis pensamientos. Estábamos yo, el camino hacia casa, y mi cabeza. No podía dejar de darle vueltas al asunto del sueño, pero era algo tan absurdo… que me contenté con pensar que eran casualidades, cosas que pasan a veces. Conseguí sacar de mi mente esas cosas, pero enseguida me asaltó otra cosa más inmediata: hacía casi dos semanas que no pasaba a saludar por Perséfone, el pub-discoteca que estaba a cuatro manzanas del instituto, y a diez de la mía. Conocíamos al dueño, Hugo, y siempre nos trataba bien.
El Perséfone era nuestro lugar de reunión, donde quedábamos después de clases para relajarnos y contarnos nuestras penas. Después de una discusión entre Jaime, Yumi y Laurie, los chicos y yo preferimos dejar que se suavizaran las cosas; es lo mejor cuando ellas discuten, el ambiente siempre estaba tenso cuando intentábamos quedar de nuevo todos juntos y lo pasábamos francamente mal, así que desistimos. Dejaríamos que el agua volviera al río.

Crucé unas cuantas aceras, grises y algunas llenas de porquería, y llegué a las escaleras que descendían al bajo nivel de la calle para entrar al local. Pase bajo el bonito, pero apagado, cartel que rezaba con el nombre de Perséfone, con unas letras góticas en fluorescentes, de color azul. La puerta estaba entreabierta.
- Hola, señor Hugo… - llamé, no recibí respuesta - ¿Hugo?, ¿Está aquí? – dije algo más fuerte, pero nada, no contestaba.
Hugo, el propietario y administrador del sitio, era un hombre entrado en años, aproximadamente de cincuenta, que había tenido un pasado prometedor como promotor de este tipo de lugares, pero de mucho, mucho más dinero, pero había preferido a esta pequeña ‘dama’. Además, Hugo, o H, como lo llamábamos a veces, tiene un corazón de oro, y aunque algo gruñón, siempre nos dedica unas palabras amables cuando vamos por allí. A veces, incluso nos llamaba ‘su panda de sobrinos perdidos’.

Entré completamente en el hall, era extraño que a estas horas no hubiera nadie por allí, y el lugar estaba desierto. Tuve un extraño presentimiento. Caminé entre las sillas de un rincón, atravesando el salón que era el pub hacia las oficinas del fondo. Si había alguien tenía que estar allí.
- ¿Altai? – intenté con el apodo del encargado número uno, un viejo amigo nuestro de su último año de instituto; pero nada, nadie me contestaba.
Entré en una de las oficinas, pero la encontré vacía. Normalmente no tenía este tipo de confianzas, me resultaba extraño estar allí. Estaba por irme cuando escuché unas voces, apenas susurros, detrás de la puerta más alejada de todas. Realmente, no tenía mayor interés que saludar a Hugo y a lo demás, pero me picó una extraña curiosidad, el mismo sentimiento raro de antes. Se escuchaba a dos hombres hablando; caminé hasta la puerta y percibí palabras sueltas; mi intención no era escuchar a escondidas así que toqué la puerta y abrí ligeramente.
- Hugo, soy yo, ¿puedo pasar? -.
La figura inconfundible del dueño alzó la vista desde la silla detrás de la mesa que hacía de escritorio.
- ¿Sky? Pasa, pasa, hacía que tiempo que no te veía. Disculpe, señor Laon, esta es una pequeña… protegida mía, por así decirlo. No es molestia supongo, ¿no?, ya estábamos terminando – la voz de H sonaba tensa. La sensación de extrañeza no hizo sino ir en aumento con esa reacción de familiaridad de Hugo, normalmente me habría reprochado el haber entrado hasta allí. Realmente estaba pasando algo. ¿Quién sería el otro hombre?

El caballero que le acompañaba tenía un aura amenazante que se percibía incluso desde donde estaba yo, algo… oscuro que se rizaba a su alrededor. Se giró hacia mí; poseía unos ligeros rasgos asiáticos, tenía el pelo negro, como el azabache más profundo, elegantemente engominado; y desde unos ojos rasgados, castaños, que parecían falsos, como si fueran lentes de color, me sonrió con una mueca canina que no me inspiró ninguna confianza. Parecía que pretendiera devorarme. Un escalofrío me recorrió la espalda.
- Por supuesto que no, señor Wesley. Solo falta que firme el contrato final – dijo pausadamente. Tenía una voz rasposa y melodiosa al mismo tiempo, que resultaba artificial.
- Claro – le contestó Hugo con un suspiro – tendré que leerlo por encima, si me permite…
- Por supuesto. Aquí tiene, las cláusulas son las que ya hemos tratado por separado, he incluido todo lo que hablamos, como podrá comprobar – dijo con sequedad.
- Yo Hugo Wesley, acepto que… ajá… - paseo los ojos velozmente por lo que parecía un contrato - bien, está todo en orden pues – firmó con un trazo amplio y le devolvió el grupo de papeles. – Entonces, permítame el dudoso gusto de presentarles. Sky, este el señor Kage Laon, el se… se va a encargar de mi local, bueno mi ex local – añadió con una sonrisa sufrida.
Ahora lo entendía todo. O al menos casi todo. No pude sino sentir aún más rechazo por el señor trajeado.
- Tiene un nombre muy extraño, señor Sombra (kage, en japonés, significa sombra) – dije dirigiéndome a él, sabiendo que era una falta de respeto el tono con el que le hablé.

El “señor Sombra” se levantó con elegancia, mirando aún el contrato, los dos alzamos la mirada hacia él. De pie, se veía mucho más extraño y amenazante, más alto, oscuro, ensombrecido, como si desplegara su poder… ‘Qué cosas más raras pienso’ me dije, ‘es solo un hombre de negocios, solo eso, y punto’. Pero ese espectro en sus ojos… no era normal.
- Es curioso que una chiquilla como tú conozca términos de mi cultura – dijo con desdén. Mañana empezaré con la redecoración, ¿quiere darme alguna idea, señor Wesley? ¿Por… empatía con su viejo local? – dijo con una sonrisa tan falsa como su amabilidad. Se notó como paladeaba el placer de hacerle daño a Hugo, restregándole su enorme pérdida.
H meditó unos instantes, me supongo que intentando devolverle sus palabras, cosa que, siendo él quién era (lo había visto manejar a tipejos el doble de grandes que él, esgrimiendo únicamente su aguda lengua) podría hacer de la manera más inesperada.
- Pues… sinceramente – una sonrisa irónica cruzó su rostro - señor Laon, aquí esta jovencita tiene un gran talento para decorar mi local – dijo, haciendo alusión a la veces que le había enseñado unos bocetos con decoración temática para el Perséfone – y la verdad, me gustaría que aceptara alguna de sus propuestas. Solemos decorarlo con un aire grunge y oscuro, ¿me sigue? Un estilo contemporáneo, difícil de conseguir pero que capta a la clientela joven con mucha facilidad – añadió un toque de picardía, calando en el empresario.
La reacción en su rostro fue casi inmediata. Eso seguro que no se lo esperaba, que le dijeran que una niña de quince años tenía por costumbre ser la diseñadora del local. Y que además, tendría que aceptar una propuesta de esa niña. Bueno, yo también estaba muy sorprendida, Hugo, con el que tenía algo de confianza, pero no en demasía, me estaba colocando como la vendetta de turno. Además de que me había dejado presenciar toda la operación entre ambos, como si estuviera queriendo cubrirse las espaldas. Quizás me arrepintiera de haber entrado.
- Bueno, eso, naturalmente, habrá que hablarlo más adelante… pero, ¿Qué te parece si – dijo dirigiéndose a mi – más o menos dentro de dos o una semana me traes unas cuantas buenas ideas, eh? – comentó con la falsedad que empezaba caracterizarle. Eso es todo, señor Wesley. Espero que mañana a primera hora esto este completamente vacío y listo para mí… - hizo una pausa antes de continuar, midiéndonos a Hugo y a mí con la mirada. Me voy entonces, mi coche me espera.

Estrechó la mano de H. Se dispuso a hacer lo mismo conmigo, y tras un breve instante de vacilación, finalmente se la estreché. Fue… extraño, parecía que cambiara de temperatura y textura, fue casi repugnante. Me soltó con una sonrisa de resolución en los labios, como si se hubiera dado cuenta de algo importante al darme la mano.
- Nos veremos pronto, pequeña Sky… - añadió casi en un susurro cuándo ya estaba atravesando la puerta. Hugo no lo había escuchado. Me recorrió un escalofrío. Hacía mucho tiempo que nadie me llamaba así.

Girándome hacia el ex dueño, y pasando por alto la extraña despedida del señor Laon, añadí: - Perdone que le pregunte pero, ¿qué significa eso del contrato, señor Hugo?
- Ah, lo siento – suspiró y bajó la cabeza con un gesto de derrota - pero he tenido que traspasar el local, me mudo. Pequeña Sky – sentí otro escalofrío. Otra vez pequeña, en menos de un minuto. Extraño, era todo tan extraño. - lo lamento en el alma, es por un asunto familiar. Os echaré de menos a todos – me dijo con melancolía. Y siento mucho que hayas tenido que presenciar todo esto, pero ese hombre … has sido como una ayuda del cielo cuando has llegado, siento si te ha molestado el exceso de confianza.
- No se preocupe. Ahora ya sé que estará él por aquí. – le contesté.
Se levantó y se acercó a mí, posándome una mano amable en el hombro. Sabía lo importante que había sido Perséfone para el señor Hugo, siempre dispuesto a todo por sacarla adelante, conseguir los mejores grupos, las decoraciones más llamativas, el mejor presupuesto, como si de mimar a una amante se tratara… y todo eso se iba a dejar en manos de este desconocido con pintas de burócrata sobrenatural.
- Y nosotros a usted, H, muchísimo. Esto no va a volver a ser lo mismo si no está para regañarnos.
Me dirigió una sonrisa ensombrecida. La tristeza y la pena de Hugo se reflejan en los viejos ojos grises rodeados de pequeñas arruguitas.

En seguida me di cuenta que lo que necesitaba era estar a solas para aceptar lo que pasaba, así que me despedí de él con un apretón de manos y con la promesa de cuidar el local. El prometió que escribiría, y que nos haría una visita cuando pudiera, pues solo se iba a la cuidad de al lado.
Salí a la calle, se había nublado, y el cielo parecía un muro moteado de grises. Tomé el bus que me dejaría cerca de mi casa mientras pensaba en las consecuencias de todo lo que había pasado hoy… y llegué a la conclusión de que algo nuevo había llegado, una nueva etapa quizás, y todo estaba cambiando. ‘Pero quizás sean solo cosas mías, como suele pasar’ pensé.

Mientras subía las escaleras de la entrada de mi casa, me preparaba para lo que me esperaba dentro; se me caería el mundo encima después de todo lo que había pasado hoy. Había días en los que casi parecía que nada había ocurrido en mi pequeña familia, e incluso había algo de calidez en las habitaciones, y se podía sentir como en casa. Pero… había otros días, días en los que las esquinas de mi llamado hogar eran oscuras, las paredes parecían azul hielo y se respiraba el frío, la ausencia de alegría… en el sentido de la chispa que hace de una casa un lugar donde estar en paz, y ser feliz, y crecer. Había días en los que mi casa no era tal, y solo quería estar lejos.
El tintineo de las llaves en mi mano me reconfortó, como reconfortan las cosas que participan de la rutina, que confirman una certeza, que va a haber algo que siempre va a estar ahí. Abrí la puerta.
- Papá, ya estoy aquí. – Cerré la puerta a mis espaldas y caminé por el pasillo, tan hermosamente decorado por mi madre - ¿Papá?
Aún no había llegado. Sentí la pequeña decepción de siempre al sentirme poco importante para mi padre. El dolor de cabeza que me había acompañado desde mi “siestita” me estaba dando sopor… sentí como mi cama deshecha me tentaba con su mullidez, como si el dios griego Morfeo me llamara a sus reinos. ‘Ja ja ja’ me reí para mi ‘estoy como una cabra’. Me tumbé en mi estrecha cama individual y me quité los zapatos sin desacordonarlos; el cansancio se apoderó de mí. Volvía sentir como el aire circulaba a mi alrededor, los ruidos de la cuidad… como antes de mi extraño sueño, era mucho más consciente de todo a mi alrededor.

~  ~

El sueño empezó con luces y sombras, propias de un club de noche o una discoteca, había ruidos interrumpidos y discordantes, movimientos, rayos de luz, ramalazos de una melodía, era todo muy confuso y se extendió unos instantes, recordaba vagamente al Perséfone aunque estaba muy distinto. De pronto un cambio en el sueño trajo una imagen nueva… La invasión de la imagen causó un profundo impacto en el subconsciente de Sky, una sombra oscura, que le resulto difícil de identificar, sujetaba lo que parecían los muñones de un cuerpo sin vida. Era el cuerpo de una joven chica, de no más de diecisiete años, al que le habían arrancado las manos y parecía haber muerto al desangrarse, pues en el suelo el líquido carmesí destacaba como una enorme mancha oscura, un pozo rojo sangre. El pelo, lacio, caía como una flecha de su cabeza inerte, apuntando al charco sangriento.
Poco a poco, se fue acostumbrando a esa extraña oscuridad; el ser que sujetaba al cadáver era un demonio de ojos rojo sangre, como la que le caía de la barbilla y goteaba por su cuello. Estaba cubierto por una capa de algo vaporoso y en movimiento, una bruma oscura.
Se escuchaba un crujido extraño que torturaba los oídos de la soñadora, en un latido ininterrumpido. Sky escuchó con atención, breves instantes más tarde identificó con horror los raros sonidos, las ideas se hilaron en su mente con facilidad: era un chasquido de huesos que salía de la boca en movimiento de la figura, huesos de las manos que no tenía la chica, que estaban siendo triturados crudos en las entrañas de ese ser que tenía rostro de… Ese rostro, no era posible, pero rápidamente fue reconocido como horror ¡El de el Kage Laon!, que sonreía con sarcasmo; los dientes amarillos y puntiagudos manchados de sangre provocaron arcadas a Sky, que se revolvió en el mundo real. Antes de despertarse, el susurro de una risa perversa resonó en sus oídos.

Y entonces, antes de abrir sus propios párpados, los ojos azules… esos ojos azules… la miraron. Ya no estaba en presencia del asesino, sino en su cuarto mirándose al espejo, mirándose a los ojos… esos ojos que la había obsesionado eran los suyos propios… Sky no lo entendió, y se acercó más al espejo, hasta que solo se veía los ojos… de pronto, los ojos de color azul, los propios, cambiaron a un verde vivo que relampagueaba, unos ojos que se abrieron de la sorpresa, como si , de hecho, ya no fueran suyos…